Año 2011

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Hacía frío, mucho frío. El invierno de Corea era duro, pero ese año estaba atacando tan fuerte que los radiadores no aguantaban ni medio asalto. Sobre todo en los centros de enseñanza pública. Busan era una gran ciudad, pero aún estaba a la cola de la modernización. Nada que ver con Seúl. La capital era el sitio ideal para vivir y el chico de trece años lo sabía. Jungkook miraba por la ventanilla del bus, soñando cómo sería vivir alrededor de esos grandes edificios, en aquellas inmensas calles repletas de personas de todos lados. Recreaba en su cabeza una proyección futura de él mismo, más mayor, con grandes músculos, pelo largo, encima de un escenario y siendo vitoreado por miles de personas. Ese era su sueño, cantar, ser idol y viajar por todo el país haciendo conciertos. Lo tenía demasiado claro, pero su timidez le devolvía a la realidad como un bofetón de aire entrando por la puerta.

El chico, con algo de acné, pelo oscuro y lacio, y cuerpo bastante delgado, iba camino a casa. Había sido un día duro. Odiaba ir al instituto. No le gustaba estudiar. Estaba convencido de que no lo necesitaría cuando fuera famoso, pero claro, ¿y si eso nunca pasaba? Ese día se había olvidado la camiseta térmica, estaba congelado. El abrigo no le quitaba el frío. Estaba tan acurrucado en su asiento que casi no se le veía el cuello. Sin embargo, una brisa le sacó de su agujero. De repente, en una de las paradas, se abrió las puertas del bus y entró lo que para Jungkook era lo más parecido a la imagen de un ángel. Realmente era bastante normal, pero por alguna extraña razón, él lo veía como si fuera sacado de otro mundo. Puede que fuera por esa sonrisa tímida que le regaló al conductor, esos ojos que casi se cerraban al saludar, esas piernas tan bien esculpidas. ¡Piernas! ¡Hacía un frío tremendo! Pero ese chico llevaba mallas. Era lo que más se veía de él, a parte de su preciosa cara.

Jimin iba con un amigo quien iba igual vestido que él. Acababan de terminar los ensayos de la escuela de danza y tocaba ir a casa. Sus esculpidas figuras se sentaron justo detrás de Jungkook, que intentaba poner el oído para oír la voz que salía de ese cuerpo.

-Venga, Jimin, no me digas que no te gusta Hyewon. Es preciosa...

-Sí, es guapa... Pero...

-Pero ¿qué? Está loca por ti. Aprovecha. Si yo fuera tú... Uf...

-Bueno... No eres yo.

-A veces me pregunto cómo puedes ser tan desvergonzado en el escenario y fuera eres como un dulce corderito.

-Bueno... Cuando quiero – Jimin le guiñó un ojo.

Jungkook estaba muy atento, su voz era bastante profunda, más de lo que hubiera imaginado. A más bajaba el tono de voz, más sexy le parecían sus palabras. Solo quería girarse y mirarle mientras articulaba esos preciosos labios.

Pasaron las paradas y sin darse cuenta un grito le sacó de su ensoñación.

-¡Jungkook-ah!

Jungkook miró hacia la puerta, su hermano mayor, que le esperaba todos los días en la parada de autobús, había subido al ver que no bajaba. Todos se quedaron mirando a la pequeña bola que se convertía en persona y salía corriendo hacia fuera del autobús.

Jungkook quería mirar por última vez hacia atrás, ¿y si era la última vez que le veía? ¿Y si no volvían a coincidir? Al bajar, echó un vistazo rápido a la ventanilla y ahí estaba él, sin siquiera mirarle. El más joven apartó triste la mirada, convenciéndose de que para ese ángel llamado Jimin, él solo era otro niño estúpido que se había pasado la parada del autobús.

-¿Pero qué te ha pasado? ¿Te quedaste dormido? - le preguntó su hermano.

-Lo siento, hyung. Estoy muy cansado – las palabras del joven sonaban como si fueran arrastradas.

MI ÁNGEL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora