Año 2017

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Las personas no somos conscientes del paso del tiempo, pero para un idol es una pesadilla despertarse y darse cuenta de que su juventud ha pasado sin poder disfrutarla. Los miembros de BTS siempre postergaban la estabilidad de sus vidas para cuando se disolvieran, para después del servicio militar, ... Siempre había un después, nunca era el momento.

Ya había pasado un año desde que la terrible pelea de Manila estuvo a punto de acabar con la relación de Jimin y Jungkook. Seguían teniendo sus más y sus menos, como cualquier pareja, pero el problema no era ese, el problema era que pasaban muy poco tiempo a solas. Les costaba mucho intimar, pasear, salir de cita. Cualquier cosa que hacían era mirada con lupa. Lo peor de todo era que a Jungkook le empezaba a pesar el hecho de no oficializar. ¿Qué eran? ¿Amigos con derecho a roce? ¿Amantes? ¿Novios? Y si eran novios ¿cuándo pensaban decírselo a sus padres? No tenía nada claro, pero tampoco encontraba el momento para hablarlo con Jimin. Así que tomó una decisión. De este año no pasaba.

2017 fue el año en el que Jimin descubrió que el rubio le quedaba increíblemente bien. Los fans enloquecieron con lo natural que le quedaba, y Jungkook no se quedaba atrás. Si ya le parecía un ángel, ahora lo parecía aún más, o, al menos, según el imaginario colectivo de esa figura alada. Ese color suavizaba sus facciones, lo hacía parecer más dulce y a la vez más sexy. Además, puede parecer una tontería, pero Jungkook amaba olerle el pelo después de teñirlo, y cuando lo tenía rubio desprendía un aroma diferente que atacaba a su juicio. Es más, la primera vez que lo vio con ese color estuvieron tantas horas follando que perdió el norte. No podía desprenderse del chico; terminaba, lo miraba y se le volvía a levantar automáticamente.

Era el cumpleaños de Jimin. Cumplía 23 años en edad coreana. JK quería hacerle algo especial. Él no era mucho de regalos, pero para Jimin siempre tenía un detalle. Sin embargo, esta vez se lo había trabajado más, su regalo iba a ser grandioso. Algo que Jimin siempre había querido, pero por falta de tiempo nunca lo habían hecho. Aprovechando las vacaciones de final de octubre, no se irían a su casa, el maknae planeaba llevarse a su hyung a unas vacaciones de en sueño en Japón. Ya tenía los vuelos, el hotel, las entradas para Disneyland, había hablado con sus respectivas familias, todo era perfecto. Todo, excepto los nervios del joven por ver la cara de Jimin al conocer sus planes. Ese día tenían un evento y quería darle la sorpresa antes de subir al escenario. Jimin estaba cambiándose en uno de los cambiadores habilitados en el camerino común. JK aprovechó que nadie lo miraba para meterse en el mismo. Jimin estaba de espalda abrochándose los botones del pantalón negro. Tenía el pecho descubierto y no llevaba calzado. De repente sintió como una presencia entraba y le amarraba la cintura con sus brazos. Jimin del susto dio un pequeño salto y se giró rápidamente.

-Jungkook -susurró-. ¿Qué haces? Nos pueden ver.

-No te preocupes, hyung.

El maknae miró esos labios que tan loco le volvían. Su pecho delgado, pero a la vez tan perfilado. Su pelo rubio cayendo sobre su cara. No pudo evitar acercarse y besarle. Sabía que no era el cometido de su intrusión, pero ¿quién se podía resistir a semejante tentación? El cuerpo de Jimin fue arrastrado hacia el de JK, el mayor tuvo que ponerse de puntillas para poder mantener el equilibrio. Jungkook llevaba zapatos con tacón y él nada, por lo que la diferencia de altura era bastante pronunciada. Sus lenguas jugueteaban mientras Jimin separaba a Jungkook haciendo presión en su pecho.

-Kookie... Para.

-Perdón, me dejé llevar.

-Últimamente te pasa mucho -sonrió Jimin al decir aquello, recordando todos esos momentos en los que Jungkook perdió el miedo a ser descubierto.

Jungkook fue a los pantalones de Jimin y cogió las dos solapas para abrochar el botón y después el broche.

-Te ayudo...

MI ÁNGEL (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora