Llegué a mi casa al rato, algo desconcertado la verdad. Encontré todas las luces de casa encendidas, sin duda, Brandon había pasado por aquí. Fui apagando luces hasta llegar a su puerta, dando un par de golpes.
- ¿Brandon? – Pregunté un par de veces.
- Ey, ¿ya has llegado? – Se asomó.
- Sí, ah... ¿Qué hacen todas las luces de casa encendidas? ¿Te has propuesto pagar más este mes o qué? – Le dije, algo mosqueado.
- Pero si no están encendidas.
- Claro, porque las he apagado yo, no te digo... Ten más cuidado, ¿vale? Te recuerdo que también me tocaría a mí pagar de más.
- Samuel, relájate un poquito, ¿quieres? Acabas de llegar y ya estás estresado – Su tono de voz me hervía la sangre, tan despreocupado, tan repelente... Estaba harto, no pienso describiros ni su aspecto, simplemente... Imaginaos una mierda con piernas, sí, es como era.
- ¿¿Que me relaje?? – No pude más, demasiado tiempo aguantando a aquel idiota – Se acabó, quiero que te pires.
- ¿Perdona? ¿Tú me vas a echar? Eso tendría que hacerlo nuestra casera.
- Sí, y cuando Noelia pasa a comprobar algún desperfecto, ¡todos tienen tu nombre! Hasta ella está harta de ti, te tiene en el punto de mira. No, de verdad te lo digo, mañana te quiero fuera de esta casa. No haces más que ensuciar lo que limpio, porque está claro que o yo mantengo las zonas comunes, o nos come la mierda. Luego dejas todo por medio, las luces encendidas, ¡joder hasta te dejaste ayer el gas de los fogones encendido!
- ¿Me estás llamando descuidado?
- Sí, y un poco cerdo también... Bueno un poco bastante – Odiaba ponerme así, normalmente era un blandengue, pero aquel día se me había agotado toda la paciencia que me quedaba para el resto de la semana.
Para poneros en contexto, he tenido diferentes compañeros de piso, todos han terminado yéndose con el paso de los años. Se mudan con la pareja, vuelven a casa de sus padres, se van a otro continente a trabajar... Pero yo no, yo llevaba años en aquellas cuatro paredes, desde los 17 para ser exactos. La cosa era, que Brandon se vendió demasiado bien cuando el último compi de piso se marchó hacía un año. Que era educado, limpio, trabajaba... En fin, lo que deseas cuando necesitas un compañero de piso para pagar el alquiler. Pero todo eran mentiras, aunque... En su momento era aquello o tener que dejar el piso, como comprenderéis, la decisión se tomó sola, ya que no tenía adónde volver.
- ¡Oh, pues tranquilo! Que te comes el pago del alquiler tú solito. Menos mal que no tiré las cajas de la mudanza... ¡Mañana cuando vuelvas de trabajar ya no estaré! Hablaré con Noelia para la fianza y ya está. Seguro que cuando le cuente lo que ha pasado, te echa a ti también.
- ¿A mí? Noelia podría ser hasta mi madre de lo bien que se ha portado conmigo, te deseo suerte – Era cierto, Noelia, mi casera, era una señora cerca de los 60, adorable, con un par de gatitos, viuda, y con un corazón que no le cavía en el pecho. Incluso en mi segundo año de estancia, me había rebajado 100 dólares el precio de mi habitación, era increíble.
- Eso ya se verá... - Cerró la puerta de un portazo.
- Sí, sí... A mí con que te vayas – Me alejé de la puerta y me fui a mi habitación. Allí, me tumbé en la cama, cogiendo el móvil, pensando... ¿Qué voy a hacer ahora? Tenía que encontrar otro compañero de piso, y me daba miedo tener a otro Brandon correteando por aquí, pero, era eso, o pagar yo las dos habitaciones... De tanto darle vueltas, me quedé dormido. A la mañana siguiente, al llegar a la tienda, me encontré con Liv, llevaba esa mirada que solía poner cuando me iba a contar algo que me molestaría.

ESTÁS LEYENDO
Maddie
RomansaSamuel siempre creyó que tendría una vida plana, sin muchas emociones, aunque eso cambió tras conocer a Maddie. Apareció un día en aquel pub, charlaron un rato, se cayeron bien. Pero al oírla cantar, su corazón dio un vuelco, se enamoró de ella, ni...