A la mañana siguiente, no se oía la lluvia. Me desperté poco a poco, no había otra cosa que silencio, bostecé, estiré un poco el cuerpo... Maddie no estaba allí. Me dirigí al lavabo, a hacer el primer pis de la mañana. Me sentía descansado, esperaba que ella también hubiera pasado buena noche. Al acercarme al salón, la vi sentada en el taburete de la cocina, ojeando su teléfono.
- Ey, buenos días – Dije, volviendo a bostezar.
- ¡Hola! – Se acercó y corrió a abrazarme.
- V-vaya... ¿Y esto?
- Por todo lo de ayer, y... - Me cogió de la mano y me acercó al interior de la cocina - ¡Te he hecho el desayuno!
- Guau... Has puesto leche en un bol y le has echado cereales, estoy impresionado.
- Meh, meh, meh... ¡Come! – Me senté y comencé a zampar - ¿Has dormido bien?
- Sí... ¿Tú?
- La verdad es que sí.
- Guay, oye... ¿Haces algo hoy?
- Ya te dije que era mi día libre, ¿por?
- He pensado que, después de lo de anoche, estaría bien despejar un poco la cabeza... ¿Nos vamos al parque de atracciones?
- ¡¿Hay un parque de atracciones?! – Su rostro se iluminó por completo.
- Claro que lo hay, es de lo más bonito de la ciudad... Y caro – Dije, algo a regañadientes. - ¿En serio te mudas a Soul Rivers y no conoces LonderLand?
- ¡Yo quiero ir! – Comenzó a dar saltitos - ¡Voy a vestirme! – Y se fue corriendo a su cuarto.
Y a los 15 minutos, nos encontrábamos en el coche de camino al parque. Maddie conducía mejor que yo, iba a la velocidad correcta, el vehículo iba muy suave... Deseaba conducir igual de bien que ella... O tener un coche. Al llegar, el parking estaba repleto de coches, pero por suerte logramos encontrar una plaza libre. En la taquilla, una niña pequeña iba con una cámara polaroid, nos sacó una foto y nos la entregó, luego se fue corriendo, fue algo atípico. Maddie la guardó en su bolso de tela, así se revelaría en un rato. Una vez compramos las entradas, entramos al parque.
LonderLand era un sitio muy bonito, inspirado principalmente en la temática de Alicia en el País de las Maravillas y un Londres clásico, era precioso de ver. Adoraba aquel lugar, de niño había ido una vez con mi abuela, seguía exactamente igual. Los puestos de feria de la Reina Roja, las mesas de picnic ambientadas en el té del Sombrerero, y las atracciones, cómo olvidar lo más importante. Una de mis favoritas era la montaña rusa de la Oruga, utilizaban máquinas de humo con varios colores para crear una estética alucinante. O el mundo de A través del Espejo, era fácil perderse en aquel lugar, pero pasabas un buen rato con los reflejos extraños que había.
Maddie estaba eufórica, no dejaba de mirar a todas partes, casi era similar a mi yo de niño, le apasionaba estar ahí. Me arrastró a montones de atracciones, nos montábamos en cualquier cacharro que le llamara la atención. Más tarde, decidimos pasear por los puestos de feria, donde ella no dudó en querer ganar algo en cualquiera de ellos, así que nos acercamos a uno.
- ¡Vaya! ¡Mira ese gato, Samuel! – Dijo, señalando al peluche grandote.
- ¿Quieres jugar?
- ¡Hm-hm! – Asintió – Un ticket, por favor – Le dijo al feriante.
- ¡Si quieres conseguir el gato vas a tener que poner de tu...! – Mientras recogía el dinero del mostrador, Maddie agarró la bola y dio de lleno en la diana más difícil – C-Caray.

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Maddie
RomanceSamuel siempre creyó que tendría una vida plana, sin muchas emociones, aunque eso cambió tras conocer a Maddie. Apareció un día en aquel pub, charlaron un rato, se cayeron bien. Pero al oírla cantar, su corazón dio un vuelco, se enamoró de ella, ni...