28. Sebastian Stan.

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Corrió, creyendo que por más que lo intentara no lo iba a lograr, creyendo que llegaría tarde, y que perdería por siempre al amor de su vida. Pero, aceleró el paso, aun más, si es que eso era posible.

—Vamos, maldita sea—murmuró como pudo, y continuó corriendo.


No podía permitirse perderla, no a ella. 

Cuando por fin logró ver la capilla, sonrió. Ahí estaba. Faltaba muy poco, casi nada. Sí podía llegar, tenía qué.
Cuando finalmente estuvo frente a aquel lugar, miró con nerviosismo hacia dentro. Sí, su ___ estaba con un vestido blanco, a su lado, un hombre con traje, y la iglesia estaba llena de gente. 
Tragó saliva, en un intento por tragar el miedo también, y entró con seguridad, con pasos firmes.

—¡___!—la llamó. 

La castaña de ojos claros sintió como su corazón se detenía, como el color desaparecía de su rostro, y luego, su corazón volvió a funcionar, ahora latiendo a una velocidad por la que incluso que preocupó.
Volteó a verlo. Se veía cansado, pero, guapísimo, como siempre. 

—Sebastian...—murmuró. 

—No te cases, ___—pidió—. Sabes que no lo amas. 

El hombre miró a su novia con tristeza, en el fondo, sabía que se casaba por compromiso, porque solo él podía salvar a su familia de las amenazas que les habían llegado por tener tantas deudas.
Pero, había dos verdades en la gran mentira de la boda. La primera, ___ sí amaba a Sebastian, y la segunda, realmente había tomado cariño hacia Esteban, su futuro esposo. 

Se acercó a Stan, y con todo el dolor de su corazón, acarició su mano, lista para decir: 

—Lo amo, y me voy a casar. 

El rumano sintió como su corazón se rompía, y como su presión bajaba, había hecho de todo para recuperar a su chica, y a pesar de ello la perdió. Aunque sabía de sobra, que era culpa suya, pues, cuando la latina/europea le propuso el vivir juntos, Sebastian se mostró asustado, y en vez de conversar sobre estar o no listo para aquel paso tan grande, huyó... dejándola sola. Soltera.

—Una disculpa, mi invitado ha confundido las cosas, ha creído que me forzaban a casarme—explicó—. Ahora sabe que me caso por amor. 

Sebastian, con los ojos llorosos, asintió. 

—Es verdad, esto... esto es mi culpa, ahora que ella está bien, me retiro, yo... los veré a todos en la fiesta. 

Y salió de la iglesia.

Se tiró al suelo, y comenzó a llorar en silencio, escuchando el doloroso "acepto".

—¡NO!—gritó, despertándose. 

—¿Qué?—gritó de vuelta ___, mirando alarmada a los lados, sin saber el porqué su novio había gritado de aquella forma. 

Cuando el de ojos claros miró a su chica a su lado, y alarmada, sonrió. La abrazó. 

—Nena... estás aquí—murmuró—, conmigo. 

Ella se mostró confundida. 

—Creo que eso es obvio... amor, ¿qué pasó?—se separó de su abrazo.

Sebastian recordó el sueño, y sus ojos se volvieron cristalinos.

—__...

—Tian, ¿qué pasa?—le acarició la mejilla.

—Cásate conmigo—pidió.

La chica abrió los ojos, sorprendida.

—¿Seb...? ¿Estás consciente de lo que estás...?

—¡Sí!—interrumpió—. Cásate conmigo, nena, por favor. No quiero verte con nadie más. Quiero que estés conmigo. Sé mi esposa, ___. 

Su novia solo sonrió.

—Sí, Sebastian. 

Respondió. 

Stan no podía estar más feliz, su pesadilla se quedaría en eso, y se encargaría de que jamás, se hiciera realidad. 


Sebastian Stan. Chris Evans. |𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒, 𝐈𝐌𝐀𝐆𝐈𝐍𝐀|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora