Quillén tiene un sueño... pero antes debe deshacerse de sus crueles jefes.
Eros quiere escapar de su molesto ex novio y para ello pasa el verano en la estancia de su mejor amigo.
Una noche estrellada cambiará el destino de ambos y terribles secretos...
El amor es espontáneo aparece en los momentos precisos.
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Me enfrentaba a un inmenso problema. No sabía que ponerme y la hora acordada con Eros se aproximaba a pasos agigantados. Miré a María por tercera vez en busca de una solución.
- la verdad los shorts azules y la camisa blanca te sientan de muerte- miré al espejo con duda. Me hacía ver las piernas muy largas y el cuerpo muy delgado.
- no sé- reconocí- si me ve así va pensar que quiero hacer cosas con él. Lo verá como una especie de invitación.
María tuvo convulsiones de la risa. Le lancé una remera para que parara.
- te pidió que lo acompañes al estanque nada más. Tu mente imagina cosas- dijo entre risas- me parece que te gusta más de lo que crees- me picó.
- ¡no me gusta!- me defendí.
- Claro- dijo alargando la a- por ese motivo estás tan indeciso sobre que usar.
- ¡es un chico lindo, no quiero parecer un salvaje a su lado!- María podía ser insoportable si se lo proponía. Por un lado estaba feliz que dejara la tristeza, aunque sea por un segundo de lado, y por el otro la odiaba por decir las cosas que no quiero reconocer.
- ¿te pidió pintarte mientras bailas?- preguntó con falsa inocencia- con esos shorts y esa camisa no necesitará mucha imaginación para un desnudo.
- ¡me cambio inmediatamente!- dije buscando algo súper tapado para ponerme. Mí amiga me tomó de las muñecas entre risas y me sacó a rastras hacia afuera.
- ¡se te hace tarde!- dijo entre risas- cualquier cosa si te deja sin poder caminar que te traiga en brazos hasta la puerta- bromeó. Quise replicar algún insulto pero la puerta se había cerrado y había quedado solo afuera.
Tomé aliento y me dirigí a la casa principal. Habíamos quedado que me esperaría en la puerta de la cocina para ir al estanque. Tal como me había dicho allí estaba, súper puntual.
Al verlo me quedé sin aliento. Llevaba unos jeans ajustados y una camisa negra abierta hasta el ombligo, sus rubios cabellos estaban cubiertos con una boina de gaucho. Parecía un modelo de Calvin Klein listo para una sección de sexys fotos en el campo.
- ¡hola!- saludó al verme- estás... ¡Guau!- dijo con una sonrisa completa. Me puse rojo de pies a cabeza.
- al menos esta vez no tengo guano de cerdo- bromeo en un intento de ocultar mí sonrojo. No se rió, se puso algo incómodo.
