Capítulo I

387 43 21
                                    

Nicolás.

Seis años antes...

—¿Es necesario ir a un nuevo instituto a dos meses de terminar el año escolar? — pregunté exasperado, no me gustaban los cambios repentinos, siempre tenía todo anotado y así debía de ser y así se debía de hacer.

—Nicky, ya te dije que en ese instituto está un profesor de literatura, que es uno de los mejores de Phoenix, además solo serán dos meses, se pasarán volando. Y doy por finalizada la conversación, me voy a practicar mi nueva pieza, nos vemos en la cena.

—Entendido, suerte.

Mi mamá es una mujer muy guapa, a sus cuarenta años, se ve de veinte, es alta, su piel se asemejaba a la porcelana, sus ojos son de un gris verdoso, los cuales contrastaban a la perfección con el color cobre de su cabello. Ella es una de las mejores violinistas, sin embargo, cuando se enteró de que estaba embarazada de mí, decidió retirarse, ya que amaba tocar el violín, pero su mayor sueño siempre fue formar una familia. Aún da charlas y a veces da conciertos. Pero solo cuando es una invitada especial.

Mientras mi mamá iba a su oficina, yo subí las escaleras y me dirigí al estudio de mi hermana, me sentía enojado. ¿Por qué mi papá me cambio tan abruptamente de instituto? ¿Por qué no me lo habían dicho antes? Me daba igual en que instituto estaría, lo que me molestaba era que no les importara si me parecía bien o mal lo que estaban haciendo. Que no les interesara mi opinión.

Entre sin preguntar y fui directo a sentarme.

—Se toca la puerta, se pregunta si puedes pasar, saludas y entras — dijo con el ceño fruncido — ¿Un hola, aunque sea?

—Hola — respondí secamente.

—¿Qué pasó? — preguntó dejando a un lado su máquina de coser y acercándose a mí con su silla.

Suspiré y le conté todo lo sucedido, ella me escuchaba atentamente y sin interrumpirme, es lo que me gusta cuando hablo con ella. Siempre que  tenía un problema acudía a mí y viceversa. Tenemos una buena comunicación.

—¿Papá hizo eso?

—Sí.

—Mmmmmmmmmm, no me parece una mala idea — la miré enojado — sé que no te gusta que hagan las cosas sin tu aprobación, pero piensa, ese profesor Adams puede ayudarte mucho más que el viejo amargado de tu instituto, bueno ex­ instituto. Mamá y papá no hacen las cosas sin una razón y esa es la tuya. Tu nuevo profesor te puede ayudar a mejorar aún más en tus escritos, es algo bueno.

—No lo había pensado de esa manera — murmuré.

—Exacto, debes de ver lo positivo en la vida, Nicky — se levantó y se acercó a mí para abrazarme — hasta podrías encontrar una chica que haga que ese corazón frío se caliente, de todas las maneras posibles — me dijo alzando y bajando las cejas.

—Steph, por Dios, control.

—Bueno, bueno, pero sí, puedes encontrar a tu musa en tu nuevo instituto, como Jess se enamoró de Teagan a primera vista.

—Ellos son personajes de un libro.

—¿Y quién dice que no puede pasarte a ti mañana que vayas a clases?

—Es muy improbable — dije blanqueando los ojos.

—Cuando sientas que tu corazón se acelere sin ninguna razón, que tus ojos no se despeguen del rostro de ella y que tu lado racional diga que debes de seguir caminando, pero sigas allí viendo como ella habla o camina. Me darás la razón.

—Ya no te voy a prestar mis libros, te dan mucha cuerda — ella bufó.

—Existe una aplicación con un logo naranja, en donde se puede leer libros gratis. Estúpido.




tira.

—Vas a ir donde Amelia, mañana.

—Está bien, lo haré — suspiré cansada, no había dormido bien, otra vez.

—No me gusta verte así, ve a descansar un rato — dijo con una dulce sonrisa — a descansar, no a pintar ni a leer — declaro con el ceño fruncido.

—A descansar, no a pintar ni a leer, lo entiendo mamá.

Hace días que no podía dormir bien, no sabía por qué, bueno si sabía y eso era todavía más frustrante para mí. Subí perezosamente las escaleras y fui a mi cuarto, pero antes de entrar, me detuve y miré la puerta café cerrada que se encontraba al fondo del pasillo. Mis dedos comenzaron a cosquillearme...

Tyra, ve a dormir.

Y hay estaba Martha, mi dulce, dulce Martha.

Sí, tu dulce, dulce Martha te dice que vayas a dormir.

Suspire y me fui a acostar a mi cama. Si bajaba, mi mamá me iba a reprender, si me encontraba leyendo o pintando, también lo iba a hacer. A sus treinta y ocho años, mi mamá, Kathleen Walker, es una mujer imponente y perfecta. Cuando ella decía punto final, era punto final.

Luego de ver el techo por unos minutos, me dormí sin más.

Seamos como la luna y el sol [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora