Prólogo: Mermado

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He sido, soy y seré el ser más odiado por los dioses. Me han perseguido e intentado asesinar desde tiempos inmemoriales, pero no han sido capaces. Nadie lo es. Me he hecho la misma extraña pregunta muchísimas veces... Alguien que no puede morir, ¿está realmente vivo? La inmortalidad es un concepto que nadie entiende, ni tan solo yo. Lo único que sé es que ser inmortal significa sufrir para toda la eternidad. Ves a la gente que conoces fallecer, sin poder hacer nada, fragmentando tu maldecida alma una y otra vez, hasta únicamente sentir odio y rencor hacia el mundo. Te olvidas de lo que es el amor porque sabes que siempre lo vas a perder.

Tampoco sé de donde vengo. Mi primer recuerdo es despertar desnudo en una playa de las islas griegas, y eso fue hace más de tres mil años. Mi memoria es casi perfecta, pero hay un vacío colosal antes de ese recuerdo. No conozco ni a mi madre, ni a mi padre. Ni siquiera tenía idea de cuál era mi nombre. Eso se ha ido definiendo con el paso del tiempo. Marduk, Proclo, luego Domnino y, finalmente, mi nombre definitivo. Un nombre que hace temblar hasta al ser más atrevido que sepa de mi existencia, que es capaz de aterrorizar al mismísimo Poseidón y a toda su familia. Un nombre sinónimo de venganza: Dominus, el Mermado.

La razón de esa aversión del dios hacia mí se la buscó él mismo. Cuando Hades se dio cuenta de que yo no podía morir, varios dioses grecorromanos enfurecieron y comenzaron a buscar la forma de quitarme esa inmortalidad. Ellos viven muchísimo tiempo, sin embargo, pueden ser asesinados, pero yo no. Lo intentaron varias veces y nada evitaba que me volviese a levantar, lo que me daba oportunidad para escapar. Sin embargo, en no mucho tiempo la mayoría de los dioses abandonaron la búsqueda, quedando únicamente Poseidón, el orgulloso Hermes y Hades.

A partir de ese momento, mi única escapatoria a ser torturado y apresado por ellos, fue escapar. No debía quedarme en el mismo sitio por más de dos años seguidos, porque si lo hacía, era muy posible que me encontraran. Conocí a mucha gente extraña e interesante, pero al mismo tiempo me sentía solo. El sentimiento de soledad me deprimió y me volvió irascible por mucho tiempo. No obstante, aparentaba ser que la búsqueda de los dioses cesó hacia el año 1980. No había indicios de que me estuvieran buscándome, así que cambié mi nombre a Drew y me concentré en llevar una vida "normal" en la medida que pude.

En el 1987, conocí a una chica en un concierto de Helloween llamada Ava y el enamoramiento fue rápido, mutuo e inconmensurablemente maravilloso. Al cabo de apenas dos años, nos casamos y poco después tuvimos a nuestro primer y único hijo: Lewis. Parecía de una vez por todas que el destino me sonreía y me daba la oportunidad para ser feliz. Vi a mi hijo crecer y me sentí afortunado de tener una familia tan hermosa. Ya no me preocupaba por mi inmortalidad y, cuando pensé que había conseguido por fin la libertad y la felicidad, mi alma perdió todo indicio de compasión y benevolencia.

Poseidón me encontró y nos raptó tanto a mí, como a mi familia. Él creía que yo sabía como traspasar mi inmortalidad, pero no era cierto. Al suponer que le estaba mintiendo, Poseidón me torturó a mí de todas las maneras posibles y luego fue a por mi mujer. El dolor físico no se podía comparar al que sufrió mi corazón. La acabó matando. Por último, fue a por mi hijo y después de apenas unos minutos, vi como su cuerpo inerte caía mi lado. En ese momento, Dominus volvió a salir de mis entrañas.

El dios de los mares me llevó una profunda fosa del Pacífico, e intentó encerrarme en una cámara mágica para siempre. Sin embargo, me escapé antes de que él pudiera cerrar el sello arcano y descubrí que la furia de mi interior generaba una aura oscura que volvía gris mi piel y la agrietaba, pero a cambio, me ofrecía la capacidad de vengarme: un poder mayor al de los dioses. Mis atrocidades no tuvieron parangón y, antes de que me encerraran definitivamente, prometí finalizar mi venganza. Mi objetivo era tétrico y horroroso... Matar al mayor número de dioses posibles y, por encima de todo, asesinar a la nieta de Poseidón: Narcisa Atlan.

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