Bruce y yo salimos al oír el ruido que había en la calle, quedándonos atónitos al hacerlo. Había miles de atlantes preparándose para una batalla, con escudos, lanzas, espadas, tridentes y unas armas extrañas con forma de tubo.
La gente se sorprendió al vernos y también nos sonrió, abriéndonos paso. Lo que parecía ser toda la Atlántida me miraba... De pronto, apareció Hefesto de la multitud llevando una gran bolsa.
-Chica... ¡Han venido los dioses olímpicos restantes y todos los atlantes, menos los niños, para la batalla! Están esperando a Dominus y lo mejor: ¡Aquí tengo tu armadura! ¡Me ha salido mil y una de veces mejor de lo que esperaba a pesar de la prisa!- exclamó Hefesto emocionado.
Detrás de él apareció Poseidón, acompañado por mis padres. No dijimos nada en ese instante y solamente nos abrazamos con fuerza, provocando que las lágrimas resbalaran por nuestros rostros. En ese momento, Poseidón nos rodeó con sus grandes brazos y una minúscula lágrima cayó por su mejilla.
-Es ahora cuando debemos vengar a tu hermana y acabar con el reinado del terror del Mermado, pequeña. ¿Estás preparada para luchar?- preguntó el dios, dejando a los atlantes expectantes.
Bajé la mirada y después de unos segundos la dirigí a Poseidón. Asentí y Hefesto me dio la bolsa, que llevaba la armadura dentro. Volví al hospital acompañado de Bruce y mis padres para ponérmela. Al poco rato, escuchamos un grito de Poseidón.
-¡Ha llegado la hora de pagar por todo lo que has hecho Dominus! ¡OH! ¡¿Qué le has hecho a Zeus?! ¡¿Por qué está de tu lado?!
Lo que suponía. Nix había poseído a Zeus. El Mermado tenía de su lado al Rey de los Dioses. Ya me quedaba claro que la batalla, que ya había comenzado, no iba a ser fácil
Mientras me ponía la armadura se oían rayos y gritos de guerra que ponían los pelos de punta, por lo tanto, me di prisa. Me miré al espejo un momento y me sorprendí lo elegante que era. Se asemejaba a una armadura espartana, pero era de color azul turquesa y tenía unas escamas parecidas a las de un pez en la coraza y en los brazaletes. Además, tenía una falda espartana que parecía estar hecha de unas algas de color índigo.
Avisé a Bruce para ir a buscar el tridente y mi madre, antes de salir a la batalla junto a mi padre, se acercó a mí y me cogió suavemente la cara.
-Álzate y demuestra quien eres, hija mía. Siéntete orgullosa de ser atlante, de ser una diosa y de quién eres. Y no mueras. Sobre todo no perezcas y derrota a Dominus. Sé que tienes la voluntad para conseguirlo.
Mi madre me dio un beso en la frente y salió del edificio corriendo. Bruce y yo salimos por otro lado y el chico se agarró a mí fuertemente antes de que diera un gran salto hacia el Kentron. Caímos junto a la estatua e intenté agarrar el tridente, pero las manos de esta eran muy duras y resistentes.
-¡Esto se acaba AQUÍ!- gritó Poseidón, haciendo temblar la tierra y desmoronando varias paredes del Kentron.
Agarré el tridente y comencé a tirar de él, cada vez con más fuerza.
-¿Qué haces ahí parado, Bruce? Ayúdame a tirar. No puedo sola- dije.
El chico se había quedado pálido al ver un gigantesco tsunami a lo lejos y después asombrado al ver que se transformaba en un tentáculo gigante. Al darse cuenta de que le estaba hablando, se giró y me dijo que se le había ocurrido una idea. Bruce me dijo que apartara las manos un momento y empuñó su espada. Apuntó hacia una de las manos de la estatua, se concentró y asestó tal golpe que la hizo trizas. Hizo lo mismo con la otra y el tridente quedó libre. Lo agarré con las manos y su gran gema azul brilló a la par que la de Excalibur.
ESTÁS LEYENDO
Atlante
AdventureNarcisa, de sangre divina y raíces atlantes, disfruta de su maravillosa vida en el mundo humano, hasta que el destino de la Atlántida, se ve amenazado por un matadioses. Un ser inmortal llamado Dominus, el Mermado, que no desistirá en su deseo de de...