— 펴다 —
Tenía quince, un mes y dos días. Taehyung lo recuerda bien.
Ah, claro que lo hace.
¿Cómo olvidarse de ese día?
Fue la primera vez que sintió algo.
Él tenía el cabello azabache corto, lacio y rozando sus pestañas; la quijada indefinida y las mejillas más rechonchas a pesar de su delgadez; el marco de sus anteojos oscuro y grueso, lo suficiente para mantener el peso de los vidrios con aumento, sobre su nariz recta. Era básicamente un niño, bastante inocente a decir verdad porque todo su pensamiento permanecía arraigado a la manera en cómo lo criaron.
El bien y el mal, el blanco y el negro.
O eras buena o mala persona. O eras blanco y puro, o negro y sucio.
Taehyung respiraba el aire limpio y según él, era un buen chico. Se sacaba notas aceptables en el colegio, mantenía una buena relación con su familia, leía todo lo que podía e intentaba ejercitarse y comer sano. Porque eso era todo lo que una buena persona, una persona blanca, hacía ¿no?
Entonces, teniendo esta concepción de vida, todo su mundo entró en conflicto cuando miró al chico nuevo de su clase y algo dentro suyo tembló.
Song Jaeyoung entró por la puerta de su aula, completamente desorientado en su primer día. Alto como él, un poco menos delgado y el uniforme parecía haber sido confeccionado específicamente para su cuerpo. Las pecas adornaban su rostro como pequeñas constelaciones en las que Taehyung se encontró perdido cuando lo tuvo cerca. Sin embargo, el momento en el cual su presencia entera se convirtió en polvo ancestral y su integridad quedó reducida a escasos fragmentos cristalinos, fue cuando ese chico ocupó el asiento a su lado y su vientre ardió, su pecho se contrajo violentamente y la boca se secó instantáneamente.
Oh, Dios.
Bueno, definitivamente Dios no debía enterarse de esa situación.
En ese momento, él mismo tembló, ya no era sólo algo, era él entero. Fue foráneo, fue algo inmoralmente correcto.
Fue el todo mismo por un solo segundo, todo lo que para él existía.
Esa misma tarde, sumido en un estado de inmundicia y terror, se encerró en su cuarto y rezó como su madre le había enseñado que hiciera cada vez que sentía que algo malo había hecho.
No podía gustarle un chico, eso no era posible porque él era una buena persona y a las buenas personas no le gustan alguien de su mismo sexo, a los buenos hombres no le gustan otros hombres. Así era su vida y así debía ser, su padre siempre se lo remarcó con la palma de la mano sobre su mejilla o el cuero del cinturón sobre su espalda.
Taehyung aprendió bien, tuvo que hacerlo para poder sobrevivir en esa casa.
Pero sentir aquello, el corazón acelerado y las palmas de las manos sudorosas, era algo que nunca antes había experimentado.
Y le gustó, joder, le gustó.
La beldad de sentir fue el inicio de una condena que hasta el día de hoy carga, el primer eslabón de la cadena que esclaviza su cuello, la primera astilla de la cruz que lleva a cuestas y el primer pétalo de la rosa que cae.
Ahora, ¿qué sentido tenía el recordar todo esto?
Quizá tenía que ver con la puerta de su departamento azotándose con fuerza y él escuchando todo desde la cocina, sentado en la mesa con la taza de café en mano, casi vacía. Oyó los pasos de tacones caer sobre el suelo de madera y luego pasos pequeños y delicados por la sala, el arrastre de las ruedas de una valija hasta la habitación principal seguido de la puerta del baño siendo abierta y cerrada.
ESTÁS LEYENDO
DEAR JOHN | taekook
FanficTaehyung, un docente universitario se involucra demasiado con su alumno, Jungkook. El verdadero problema es que ellos comparten un lazo mucho más profundo del que deberían. "Jungkook" y aquel nombre se vuelve carne bajo las palmas de sus manos. "¿Có...