CAPÍTULO 04.

165 32 40
                                    

Sentada en el borde de la cama, con una coleta y con ojeras, mirando fijamente la ventana.

Me puse a analizar mi situación actual.

Lo mío con Eren fue tan forzado y no me había dado cuenta.

Estar con Eren por costumbre y quizás agradecimiento por haber estado conmigo en algunos momentos tristes.
Me conformo con tan poco.
Un amor a medias.
Ni siquiera fue amor.

Que absurdo.

Qué patético.

No haber dormido un viernes por la noche, amanecer un sábado con ojeras.

Y,

Mirando por la ventana a un vecino idiota, el cual está regando el pasto a las 7 de la mañana.

¿Qué?

En qué momento apareció Levi.

Estoy tan hundida en mis pensamientos que no me he percatado de lo que ocurre a mi alrededor.

Me acerqué a la ventana y saqué la cabeza.

Él alzó la vista.

— ¿Qué me ves? — preguntó de manera tan arrogante.

Puse los ojos en blanco.

— Estás muerta en vida.

Alcé una ceja — ¿y qué con eso?

Miró hacia el costado, luego volvió a mirarme.

— Deberías ir a darte una ducha, pareces un espantapájaros.

¡pero que se cree!

Lo fulminé con la mirada.

— No, un espantapájaros no, espanta hombres, espanta vecinos. — corrigió.

— Tu también espantas, con la horrible cara que te cargas.

El sonrió de lado.

Guao...

— Soy apuesto y atractivo. Mientes muy mal, Ackerman.

Fruncí el ceño.

— Tu ego está por las nubes. — bufé — no sé quién te crees que eres.

— Simplemente sé quién soy y sé lo que valgo. — cerró la canilla — no como tú, no sabes valorarte a ti misma.

Apreté los puños fuertemente.

— ¡No sabes nada de mi! — grité — no opines de mi vida.

— Sé sobre ti. — se acomodó el pelo — construye de vuelta tu amor propio.

🍙🍙🍙

Desperté de una larga siesta.

Mi madre me había despertado ya que Armin y los demás estaban en la sala esperándome para ir por hamburguesas.

Me di una buena ducha, cepillé mis dientes, me peiné, me vestí simple y sencilla y sali.

Me sorprendió ver a Annie.

— ¡Te llamamos y no nos contestabas! — reclamó Sasha.

— Estaba en mi quinto sueño. — me defendí.

— Mikasa, ¿estás bien? — preguntó el rubio con una tierna voz — quisiera que nos acompañaras a comer algunas hamburguesas.

Simplemente asentí y le sonreí.

Él se rascó la nuca — Espero que no te moleste que Annie nos acompañe el día de hoy.

Negué con la cabeza.

.
.
.

Llegamos al local de comida.
Sasha ordenó 7 hamburguesas, Armin 3, Annie 2 y yo tan solo uno.

— ¡Ay! No te vas a llenar — dijo Sasha.

— No tengo mucho apetito. — respondí.

— Bueno... ¿quiéres hablar? — cuestionó Armin, dudoso.

Suspiré.

— Sí.

Los tres posaron sus intensas miradas sobre mi.

— Primero que nada, gracias Armin por lo que hiciste por mi. Sé que no lo hiciste de mala manera. — di un mordisco a la hamburguesa, lo saboreé y tragué — también gracias a ti Annie y Sasha por estar para mi.

— Es lo que hacen las amigas — dijo la chica patata con una sonrisa.

— Respecto a Eren — bajé la mirada hacia la hamburguesa — planeo terminarlo mañana.

— ¿Y por qué hoy no? — preguntó Annie exaltada.

Fijé mi mirada en ella.

— Simplemente, no quiero verlo. — respondí con serenidad.

Ella pareció comprenderlo.

🍙🍙🍙

De vuelta a mi hogar, subi lentamente las escaleras.
Abrí la puerta de mi habitación.

El tupper que contiene arroz con leche.

Bajé nuevamente las escaleras, pero, con el tupper en las manos.

Toqué el timbre de la casa de al lado.

— Otra vez tú — dijo el azabache al abrir el portón principal.

— El postre de tu madre.

Él bajó la mirada, observando así el tupper.

— Mi madre ya está durmiendo.

— ¿Se lo das al amanecer? — pregunté algo cortante.

Silencio.

— Gracias — volví a hablar.

— No sé si me agradeces porque le llevaré el postre a mi madre, o, porque descubriste a Eren en calle palma.

Me tensé por completo.

— ¿Cómo sabes que lo descubrí?

— Era obvio que irías, Ackerman, eres tan fácil de leer.

— Quiero vengarme — dije, frunciendo el ceño — debería pagarle con la misma moneda.

Él me dio una mirada confusa y meneó la cabeza.

— No, Ackerman. No tienes porqué hacer lo que él te hizo — se acercó a mí — debes ser diferente, no debes ser esa clase de mierda. No debes rebajarte así.

Su voz.
Su calidéz en este instante.
Se me formó un nudo en la garganta.

— No lo tomes a mal, solo es una opinión de que no debes ser la misma basura que él.

Dicho eso, él me quitó de las manos el tupper.
Cuando iba a cerrar el portón lo detuve.

— Gracias por tus palabras.

Sus ojos me miraban inquietos.

— Que duermas bien, ojigris.

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora