CAPÍTULO 09.

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— ¿Puedo tomar tu mano o quizás abrazarte?

Él me observó.

Pero no dijo nada.

Le di la espalda, agarré una de las sillas y me senté.

Madre, ahora me he quedado completamente sola.

Sentí las manos cálidas de Levi sobre mis hombros.

Eché la cabeza hacia atrás con la vista arriba.
Lo que pude visualizar fue su perfecta mandíbula.

El bajó la mirada.
Nuestras miradas conectaron.
El azul de sus ojos en mis ojos grisáceos.

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.
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Luego del entierro, volví a mi hogar, el cual estaba vacío y sin vida, como yo.

Obviamente no pude pegar el ojo en toda la noche.

Para el colmo, dentro de dos días es la fiesta de graduación de la preparatoria.

Todos dicen que la vida adulta es difícil, jamás pensé que sería tanto.
Sin mis padres, sin haber elegido una carrera universitaria, sin buscar un empleo, sin nada.

🍙🍙🍙

Alguien tocó el timbre de mi casa, sin ganas bajé los escalones, abrí la puerta.

— Eren.

— ¿Puedo pasar? — preguntó con un poco de vergüenza en la cara.

Negué con la cabeza.

— Solo es para hacerte compañía.

— No necesito de tu compañía, gracias. — cerré la puerta antes de que dijera algo más.

Me senté en el sofá.

Levi.

¿Cómo es posible que de un día para otro hayamos coincidido tan bien?
¿Cuál es la explicación de que necesite verlo en estos momentos?
¿Por qué me gusta su aroma y su calidez?
Antes me caía mal, bueno, no exactamente mal, pero me parecía chocante.

Esto no puede ser posible.

Necesito verlo.

Volvió a sonar el timbre de casa.

— Traje dangos — era el ojiverde nuevamente. — ¿recuerdas cuando comíamos a escondidas de mi padre?

— Eren, te lo agradezco, pero no quiero volver a compartir contigo. — volví a cerrar la puerta.

Resoplé.

Fui a la pequeña cocina a preparar café negro, cuando por tercera vez suena el timbre de mi casa.

Enfadada abrí la puerta y...

— ¡Ya basta, ya te dije que no... — observé mejor — ¿Levi?

— ¿Quién te ha estado fastidiando?

Puse los ojos en blanco.

— Adelante. — lo invité a pasar.

Él se sentó en el sofá.

— Te traje esto — mostró una caja de color blanco con moño rojo.

— ¿Qué es? — pregunté curiosa agarrando la caja.

Deslicé el moño y abrí la caja.

Donas, media lunas y bollos.

— Se ven deliciosos.

— No sé cuál de los tres te gustan más, pero da igual, no?

— Te lo agradezco.

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Nos sentamos a mirar una serie de aventuras.

— ¿Quiéres un poco más de té negro? — pregunté.

— No, gracias.

— Gracias a ti, por acordarte de mi.

Él me observó.

— Siempre estás en mis pensamientos.

Sonreí y me acomodé el pelo.

— Gracias por estar al pendiente de mi.

— Ya te dije que es una promesa, mocosa.

— Bien, bien — levanté las manos en señal de paz.

🍙🍙🍙

Después de pasar toda la tarde juntos, él me dijo que ya tenía que irse.

Me dio una fuerte punzada en el pecho.

— ¿Tienes que hacerlo? — pregunté tímidamente.

— ¿No quieres quedarte sola? — preguntó.

Negué con la cabeza.

— Mi madre puede venir a jalarme de las patas.

El meneó la cabeza y rió ante mi comentario.

— Yo estaré en casa de mi madre, pero mañana que es viernes iré a pasar el fin de semana en mi propio hogar.

— Huh, está bien.

— Asi que prepara tus cosas mañana por la tarde.

Le dediqué una sonrisa.

— Te mereces un premio por aguantarme. — bromeé.

— Uno no, dos.

Es precioso.

Hablando en serio, gracias por tenerme siempre presente.

— Lo hago con mucho gusto, mocosa. Te vi crecer, hasta te vi comer arena cuando eras pequeña.

— ¿Cómo? — pregunté — si ambos éramos pequeños.

El meneó la cabeza — Cuando tú naciste yo tenía 10 años.

— ¿O sea, que tienes 28 años? — alcé ambas cejas.

— A menos de un mes de cumplir 29.

— Wow, ya eres todo un anciano.

— Bueno, niñita. Este anciano debe de retirarse. — se levantó del sofá.

— Cuando cumpla 20 años dejarás de protegerme, ¿no? — pregunté al levantarme del sofá.

El negó con la cabeza.

— No creo que lo haga, te aprecio.

— ¿Me... aprecias? — titubeé.

— Sí, eres la hermanita que nunca tuve.

Hermanita.

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora