CAPITULO 28

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Las tediosas clases.

¿Por qué hacer cursillo para estudiar y convertirte en un profesional?

Es lo más aburrido de la vida.

Lo único bueno es que estoy con mis amigos, bueno, la mitad de ellos. Eso es lo que me equilibra en estos momentos; y claro, dentro de poco seré la señora Ackerman.

— ¿Y si vamos a comer mandarinas en el sol? — preguntó Sasha con cara de perversión.

— ¡Me apunto! — exclamó Armin.

Comenzamos a avanzar directo al campus, hacía algo de frío, pero así también el sol se asomaba entre las nubes y sus rayos se colaban por las hojas de los grandes arbustos.

— Pasto, solcito y mandarinas. — habló Ymir, sentándose en el césped.

— Un plan perfecto — continuó la frase la rubia, imitando la acción de la castaña.

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Después de comer mandarinas bajo el preciado sol, tuvimos clases de matemáticas.
En dónde me mareé con tantas primas, y eso es muy raro en mí.
Normalmente suelo entender todo a la perfección.
Siento que yo no soy mala en matemáticas, sino que la profesora es quien no sabe hacer llegar su enseñanza a sus alumnos.

En fin,

— ¿Qué es esa cara que traes mocosa? — preguntó el azabache, con cara de pocos amigos, sentándose al lado mío en el sofá.

— Estoy perdida. — pronuncié observando el piso.

— ¿Perdida? — el frunció el ceño.

Lo observé. — Ni siquiera Armin, el chico más inteligente de todo el maldito planeta entiende a esa profesora.

Él mostró una cara de asombro.

— Vaya, entonces el problema no son ustedes, sino su maestra.

— ¡Por qué dices lo obvio! — exclamé molesta.

Me levanté del sofá dejándolo solo, y comencé a subir la escalera.

— ¿Por qué te desquitas conmigo? — preguntó en el mismo tono de siempre.

— No estoy de ánimos. — respondí sin mirar atrás.

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Nuevamente otro día,
El café que estaba preparando Pieck para uno de los clientes olía delicioso.

— Mikasa, sabes, mañana haré una pequeña fiesta con algunos amigos ¿quiéres venir? — preguntó terminando de preparar el delicioso café.

Eso me tomó por sorpresa.

— No soy muy buena socializando, y...

Me interrumpió. — Puedes venir con tus amigos, si quieres.

— Lo pensaré.

— De igual manera, te enviaré mi dirección.

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Dicho y hecho,

Al pasarme su dirección, comenzó a insistirme de vuelta.

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora