CAPÍTULO 23.

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Después del día más rámdom que tuve ayer, salí de casa disparada a una entrevista en una confitería.

La encargada y dueña de la tienda se portó muy amable conmigo, se tomó la molestia de explicarme de pies a cabeza de lo que trata el trabajo.

La entrevista salió mejor de lo que esperaba ya que simplemente hoy me tocaba presentarme, pero, finalmente quedé seleccionada para el puesto.

— La que está allí en la caja — señaló — no es tu compañera, tan solo es una reemplazante, mañana vendrá tu compañera de turno. — informó.

— Ok, está bien.

Prácticamente el trabajo consistía en atender a los clientes y cobrarles, por esa razón tan solo estábamos dos personas en el local, una de cajera y la que a atiende los pedidos de los clientes.

— ¡Hola! — saludó — soy Nanaba, un gusto. — se presentó amablemente.

— Hola, soy Mikasa. — le sonreí.

— Solamente estaré el día de hoy, mañana vendrá tu compañera de turno. Es que hoy fue al hospital a acompañar a su madre y yo la estoy cubriendo. — comentó comiendo una de las donas del local.

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Necesito ordenar mi mente, todo está de cabezas a mi alrededor.

Mis amigos me invitaron a un bar, la mayoría irá.
Quizás vaya a distraerme, ya no quiero seguir pensando en que me echarán de la casa y en Levi.

Lo segundo es lo que nunca abandona mi mente, siempre está allí, no sale de mi cabeza ni por un maldito segundo.

Sí, te amo, Mikasa.

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— Oye, oye, Ymir, no te tomes todas las penas de golpe. — molestó Annie.

— Es que, ¡mírala! — exclamó triste — no luchó por nuestro amor. ¿Qué le vio a ese idiota de Reiner?

No me había dado cuenta.
Historia está saliendo con Reiner.

— No te enfades, quizás no le gusta la tijera, ya sabes — opinó Hitch alzandose de los hombros.

Ymir la fulminó con la mirada — ¿Y a ti no te gusta? — le preguntó.

Pudimos ver a Hitch sonrojarse.

— Mikasa, ¿podemos hablar? — se acercó Jean.

— ¿De qué? — pregunté sin importancia.

— Nosotros.

— Vaya, ¿eso existe? — preguntó la rubia metiéndose en medio de los dos.

— Annie, ¿por qué no vas a bailar con tu lloroncito? — cuestionó Jean enfadado.

La rubia lo tomó del cuello de su camisa.

— ¿A quién le dices lloroncito, caballo friendzoneado de mierda?

— Annie, déjalo — hablé — necesito uno de tus consejos.

Ella lo soltó.
Me observó.
Tomó mi mano y me sacó del bar.

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora