CAPÍTULO 14.

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¿Que es todo esto que mis oídos están escuchando?
¿Levi y yo juntos?
¿Levi me quiere?
¿Nos casaremos por la promesa?
No entiendo nada.

Decidí acercarme.

Al poner un pie dentro de la cocina, ambos me observaron.

— Permiso, solo vengo a lavar el plato, si no es molestia.

Ambos rieron nerviosos.

— Ah, no, tranquila, si quieres yo lo hago. — se ofrecio la castaña con lentes.

— ¿No estarás con nosotros en la parrillada? — preguntó el rubio.

— No, no lo creo. — respondí acomodándome el pelo.

— Oh, ¿y por qué? — preguntó Hange, secando el plato que yo había utilizado.

— No lo sé.

Levi entró a la cocina.

— Mocosa, ¿puedes ayudar a Hange a preparar la ensala de lechuga?

Asentí.

— Erwin, ya alisté la parrilla. — informó y ambos se retiraron de la cocina.

— Quedamos solo tú y yo, Hange. — hablé.

Ella me observó un poco confundida.

— ¿Cómo sabes mi nombre? — preguntó nerviosa.

— En la entrada Levi dijo: Hange, no la molestes. — contesté.

Ella pareció más aliviada.

Comenzamos a lavar las hojas y el tomate.

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Después de terminar de preparar la ensalada, nos dirigimos al quincho.

— ¡Listo! — exclamó la castaña, colocando las bandejas en la mesada.

Alguien tocó el timbre de la casa.

— ¡Yo voy! — se ofreció nuevamente la castaña.

— No te canses de hacer tantas cosas eh, Hange — molestó Erwin.

— ¿Invitaron a alguien más? — preguntó Levi, colocándose una remera de color azul oscuro.

— Simplemente a Pixis y también se apuntó Petra. — comentó el rubio.

Vi a una chica pelinaranja, acompañada de Hange, acercarse a nosotros.

— Hola a todos — su voz es muy dulce.

Los tres saludamos.

Ella fijó su mirada en Levi y se acercó a él.

Lo abrazó.

— Gracias por haberme llevado a casa a tan alta hora de la noche.

— No fue nada. — contestó el pelinegro sin soltarse del agarre de la pelinaranja.

Volvió a sonar el timbre.

— Yo voy. — dije

— Te acompaño. — habló Levi.

Comencé a caminar, restándole importancia.

Como sentí los pasos de Levi, tras mío, decidí desviarme y subirme a la escalera.

— ¿No que ibas a abrir la puerta? — preguntó.

— Tu viniste detrás mío, asi que puedes hacerlo tú. — respondí subiendo los escalones.

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Pasó alrededor de veinte minutos, estaba tan perdida y hundida en la lectura que no sentí cuando alguien entró a mi habitación.

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora