CAPÍTULO 10.

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Es viernes, estaba preparando mi mochila con mis ropas, productos de aseo personal entre otras cosas.

Caí en cuenta,
esta noche es la fiesta de graduación.
Es la última noche,
con los compañeros.

He dicidido que no asistiré, mi madre falleció hace pocos días, y no debería de ir.

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Sonó el timbre de mi hogar, abrí la puerta, allí estaba Levi.

— ¿Nos vamos? — preguntó seriamente.

No dudé en asentir.

Subi por mi mochila, él me estaba esperando en el coche.

— ¿Qué es esa caja? — cuestioné curiosa.

— Verás después.

Durante el camino, me contó como le fue en el trabajo, en dónde es uno de los administradores, ya que el gerente es su tío.

Llegamos, él bajó mi equipaje.

— ¿En dónde dormiré?

— Hay dos habitaciones, la mía y para los invitados.

— Ok.

La habitación de invitados estaba justo frente a la suya.
Ingresé, guao, también es bonito y está todo en orden.

También tenía cortinas verde claro.

— Ten. — colocó la caja encima de la cama.

Me acerqué y lo abrí con mucha curiosidad.

¿Un vestido?

— ¿Y esto? — lo miré.

— Esta noche es el baile de graduación, Isabel se estuvo preparando en toda la semana.

— No asistiré.

— Debes ir, es tu promoción y son tus compañeros. Con los que estuviste desde que eras un poroto.

Eso me causó gracia.

— ¿Cómo lo sabes?

— ¿Ya te dije que llevamos 10 años de diferencia? — rodó los ojos — cuando cumpliste 5 años yo tenía 15. Conozco a tus amigos desde pequeños.

— Lo olvidé — alcé los hombros — además, no parece que ya cumplirás 29.

— Lo sé.

— Pareces de... — relamí las labios — 22 años o quizás 24.

— Me halagas. — bromeó poniendo los ojos en blanco — como te dije, irás a esa fiesta.

— No estoy de ánimos para fiestas, Levi, entiéndelo.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Sentarte en el sofá viendo las historias de tus amigos de como se están divirtiendo?

Hice una mueca.

— Yo te llevo, alístate.

Tomé de su mano.
Él me dio una mirada rara nuevamente.

— Solo me quedaré un rato. Y tú te quedarás conmigo.

Él meneó la cabeza.

— Entonces no iré, debe ser en pareja.

— Con razón Isabel me insistió tanto, pero me negué.

Suspiré.
Isabel.

— Busca una pelicula, mientras veo algo para la cena. — dije atándome el pelo.

— Bien, tu ganas.

Sonreí de lado.

— Buscaré un delantal. — informé.

— Te acompañaré a tu fiesta de graduación.

Me detuve en seco.
¿Qué?

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.
.

Tardé muy poco tiempo en arreglarme, me coloqué el vestido de color blanco, con un solo tirante (izquierdo), pegado al cuerpo y con abertura en la pierna izquierda.

Oh, oh.

Salí de la habitación y abrí la puerta de la habitación del frente.

Dios, ¿por qué me abandonas en este instante?

Levi desnudo.

Cerré nuevamente la puerta y entré a mi habitación.

Me miré al espejo, el tomate se queda pequeño delante de mi cara.
Más roja que un tomate.

Solo una vez le vi sin remera, pero ahora fue peor, lo vi así como vino al mundo.

Traté de calmarme, la vergüenza no me cabe en el cuerpo.

Tocó la puerta de <mi> habitación.

— Mocosa. — llamó.

Apenada le abrí la puerta.

— Lo... siento — no fui capaz de mirarlo a los ojos.

El colocó su dedo índice y el pulgar en mi mentón e hizo que lo mirara.

— Los accidentes suelen ocurrir. Ahora dime, ¿qué necesitabas?

No sé si solamente yo sentía que nuestras miradas en sí conectaban.

— Bueno, no tengo zapatos para la ocasión.

— Tsk — soltó de mi mentón y bajó las escaleras.

Poco tiempo después, subió con los zapatos en las manos.

— Olvidé de colocarlo en la caja.

— Gracias. — le sonreí.

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.
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Terminé de peinar mi pelo, tan solo me faltaba la loción y ya estaba lista.
Hasta que escuché un quejido.

Antes de ir a ver lo que sucedía, terminé de prepararme.
Salí de la habitación y entré a la de Levi.

— ¿Qué sucede?

— No me sale el nudo de la corbata. — bufó en molestia.

— Te ayudaré. — dije parándome frente a él, tuve que agacharme un poco porque mi zapato tenía un poco de taco, no era mucho.

Coloqué la corbata de color blanco por su cuello y comencé a hacer el nudo, pero, de la nada comencé a temblar.

El motivo; podía oír su respiración y eso hizo que me bloqueara por unos segundos.

El olor que expedía, su exquisito aroma llenaba mis fosas nasales.

— ¿Por qué tiemblas? — preguntó en voz baja.

No respondí a su pregunta y traté de retomar el nudo.

— ¿Te pongo nerviosa? — volvió a hablar.

Lastimosamente no tengo el jugo de naranjas para lanzártelo a la cara nuevamente.

Decidí ignorarlo.

— Ya está. — informé en voz baja.

Él se alejó de mi.

Se miró al espejo.

— Gracias, ojigris.

Se colocó el saco.

Estaba completamente de negro, lo único blanco era su corbata.

— Luces bien. — dije observando el suelo.

— Tu también, — se acercó nuevamente a mi — pensé que el vestido te quedaría grande, pero me equivoqué, te ves sexy.

Sentí mi cara arder nuevamente.

— Vámonos.

Te ves sexy.








Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora