CAPÍTULO 07.

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Pasaron algunos días, era un poco tedioso ver a Eren todos los días en la preparatoria.

Suele querer acercarse a mi, pero mis amigos no lo permiten.

Supe que la chica que vino, volvió a su país.

Yelena, haz gastado mucho para un viaje que no valió la pena, siento lástima por ti.

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En esta tarde, sali junto a Sasha a espiar a alguien.

Simplemente lo hago, porque me lo suplicó.

— ¿Un restaurante? — pregunté.

— Shh, ya casi sale.

Nos escondimos tras una banca.

Se abrió la puerta y de allí salió un muchacho rubio de ojos color miel y alto.

— ¡Por fin! — exclamó entusiasmada la chica patata.

— ¿Te gusta? — pregunté.

— Sí. — respondió sin titubear — es lindo físicamente y cocina delicioso.

Ahora comprendí mejor la situación.

— ¿Qué hacen ahí abajo? — la voz de Annie resonó en el lugar.

— Shh, cállate. — regañó Sasha.

Sin embargo, el muchacho fijó su vista hacia nosotras. No nos quedó de otra que salir de nuestro escondite.

— ¿Y? — la rubia esperaba una respuesta.

Sasha estaba completamente roja, y aquel muchacho también.

— Ah — la rubia esbozó una sonrisa.

— ¡Annie, no! — exclamó la castaña.

— Oye tú, cocinero — llamó al muchacho, él observó atentamente — creo que le gustas a mi amiga.

Sasha golpeó fuertemente la espalda de Annie y salió corriendo, el muchacho se puso más rojo que un tomate.

— ¿Por qué lo hiciste, Annie?

— Es tan obvio que ambos se gustan.

— ¿Cómo lo sabes? — pregunté.

— Se llama Niccolo, es mi vecino, suele hablar con su amigo de que le gusta una chica castaña que come como bestia.

— Ah, es la descripción perfecta de Sasha.

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Después de la charla con Annie, ella se dirigió a su casa y yo iba de camino a la mía.

Sin embargo, el cielo se obscureció de repente, nubes negras se asomaron y se hicieron presentes algunos relámpagos.

Maldita sea.

Comenzaron a caer gotas de agua.
Aceleré el paso.
Me quedé bajo el techo de un local a esperar que escampe.

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No sé cuanto tiempo pasó, pero la lluvia no paraba.
Hasta que una camioneta de color negro se detuvo frente al local.

— Ojigris.

Era él, era su voz.

— Sube.

Me limité a obedecer.

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora