CAPÍTULO 13.

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Acostada entre las sábanas blanca, sin poder pegar el ojo.
Tengo a Isabel y Levi tan cerca... y pensar que antes me sentía cómoda con ellos alrededor mío. Ahora simplemente es todo lo contrario.

Observé el pequeño reloj, marcaban las 03:30 de la madrugada.

Me dio sed, asi que decidi bajar por un vaso de agua.
Me adentré a la cocina y coloqué agua fría del bebedero, cuando oigo el sonido de una camioneta.

La camioneta de Levi.

Sali de la cocina, me acerqué hasta el sofá de la sala, cuando se abre la puerta.

— ¿Qué haces despierta a estas horas de la noche? — preguntó el pelinegro sacándose la campera que traía puesta.

— Solo bajé por agua. — alcé el vaso y lo movi.

— Ok — fue lo único que se limitó a responder.

¿A dónde fuiste?

No, no se lo preguntes.

Lo vi acomodarse en el sofá.

— ¿Aún no vas a dormir? — pregunté al verlo tirado en el sofá.

— Ya estaba dormido, pero me despertaron, así que puede que me vuelva el sueño.

— ¿Dormirás en el sofá? — cuestioné un tanto curiosa.

— Sí.

No lo preguntes, no lo preguntes.

Di media vuelta y entré nuevamente en la cocina a lavar el vaso que utilicé y ponerlo en su lugar.

Él también entró.

— Eres muy ordenada. — habló.

— Intento serlo. — respondí.

— Hace frío afuera, deberias... — observó mis pies. — ya veo.

También miré mis pies, mis medias de vampirina.

— Odio el frío y todo lo humedo, ya que me da dolor de panza y hace que me duelan los huesos. — me defendi — es por eso que uso medias.

— Infantiles.

— Eso se llama tener estilo. — guiñé un ojo.

— Eres encantadora.

¿Qué?
Stop.

Sentí mi cara arder.

— Nunca puedo decirte nada, te pones como un tomate.

— Gracias, supongo — sonreí — no sé como tomar los halagos.

— Soy como tu hermano mayor, no deberías avergonzarte.

Silencio.

— Porque me ves de esa forma ¿cierto, mocosa? — se acercó a mi y yo retrocedí chocando por la mesada.

No.

Me limité a observarlo detenidamente.

— No. — respondí.

¿Qué dije?

— ¿No me ves como tu hermano mayor? — él enarcó una ceja.

— Jamás te vería de esa forma.

Cállate, boca estúpida.

— ¿Entonces?

— Ya te lo dije, un simple vecino.

— Al cual observabas por la ventana cuando cortaba el pasto o regaba las plantas. — molestó.

¿Por qué no puedo dejar de sonrojarme?

Falsas promesas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora