Capítulo 2 - PASEO

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De pronto Adara sintió que alguien la tomaba del brazo y la jalaba hacia atrás haciendo que trastabille girando sobre sí misma con torpeza; aunque logró sostenerse de un firme pectoral masculino, su celular fue directo al suelo.

Levantó la mirada con una expresión más de fastidio que de susto.

Se encontró con un adonis que sin dudas era italiano, después de estar su vida entera viajando por el mundo, lograba reconocer la nacionalidad de las personas con sólo mirarlas.

Cualquier mujer hubiera caído rendida en ese instante; un hombre de unos treinta y tantos que se sentía un cuerpo bien formado y firme debajo de esa blanca camisa donde tenía sus manos apoyadas, cabello castaño oscuro, barba apenas crecida pero prolijamente cortada, piel aceitunada y unos ojos verde grisáceos que la observaban fijamente y con dureza.

(En idioma griego)

-¿Quién es usted y que quiere de mí?- pronunció la mujer con superioridad en cada palabra esperando tener que repetir su pregunta en el idioma local.

El hombre instantáneamente reconoció el dialecto, cosa que le irritó y le respondió en el mismo.

-Con un simple gracias sería suficiente- soltándola con una sequedad que se podría sentir como cierto resentimiento.

En el primer segundo ella se sorprendió no sólo por el atractivo del hombre, sino también que él entendiera lo que dijo y al siguiente volvió a su coraza.

-¿Por qué debería agradecerle? Acaba de romper mi teléfono y le aseguro que si no puedo recuperar todo lo que allí tengo usted va a sufrir mucho- levantando el aparato del suelo.

En ese momento llegaron a su lado las otras dos que habían corrido hasta allí.

-¡Gracias a dios que estás bien!- abrazándola con preocupación le decía su amiga.

-Creo que la señorita nunca se dio cuenta de que una moto casi la atropella- agregó casi susurrando la asistente a la que no se le veía el rostro por tener sus rubios cabellos sueltos y la cabeza gacha.

En esos momentos fue que Adara entendió lo que en realidad había sucedido y volvió su mirada al hombre que no la perdía de vista con un aire de prepotencia, cosa que le molestó bastante.

-De nada- con una sonrisa burlona de lado que derritió a las mujeres que lo observaban menos a la empresaria a la que su frustración sólo se acrecentó.

El hombre para sí, admitió que si no fuera por la altanera actitud y el país de origen de esa joven dama sin dudar la invitaría a su cama; pero esa mujer poseía algo más que lo irritaba demasiado, además, lo más probable es que fuese frígida, así lo eran casi todas las estiradas.

Cualquiera que lo conociera estaba al tanto que no se tomaba en serio a ninguna mujer, pero sabía seducirlas y divertirse sin compromiso alguno.

Esa que tenía frente a él por obviedad era alguien de mucho dinero e intensamente hermosa; aunque vestía casual y él no prestaba atención a las marcas, se notaba que todo era de buena calidad.

Además, cada poro de la esencia de esa mujer destilaba no sólo soberbia sino también elegancia y distinción, algo con lo que se nacía y no se adquiría.

Terriblemente bellos sus ojos furiosos color miel y su larga ondulante cabellera castaña oscura, de perfil exquisito, si bien poseía una delgada figura y su altura, que no era poca, le daban la presencia de una diosa caída del cielo...o una diabla elevada del infierno, como la otra.

-¡Señor Ferrara! Lo están esperando, llegó el pedido que usted reclamaba- dijo un joven agitado de correr mientras se acercaba.

El nombrado asintió con la cabeza a modo de saludo a las mujeres y salió apurado junto al otro que había ido a buscarlo.

Adara miró la pantalla de su celular completamente roto y bufó.

...Al volver a la suite del Manzoni...

-Adara me tenías preocupado- largó el hombre mientras la abrazaba -A partir de ahora si yo no te acompaño de todas formas tendrás un escolta, las estuve llamando y ninguna me contestó- recriminando con la mirada a cada una de ellas.

-Perdón Paul, mi teléfono se cayó y se rompió... tuve que ir a comprar otro- abrazándolo y sonriendo con dulzura, cosa que sabía le ablandaba el corazón a su querido empleado para que dejara de reclamarle -No es necesario un escolta, prometo que la próxima vez llevo dos teléfonos-

-Yo lo apagué porque quería descansar del trabajo y olvidé encenderlo- explicó Elora colgándose del otro brazo del pobre hombre y pestañeando con rapidez.

-Son unas manipuladoras pero no crean que se librarán de mí tan fácilmente- sin poder evitar soltar una leve sonrisa.

-El mío se quedó sin batería, perdone señor Jones- respondió la más joven mirando el piso, como era usual en ella, en un tono apenas audible.

-Sabes que siempre debes estar preparada Anna, debes estar atenta a esas cosas- regañó paternalmente.

Paul no tuvo más remedio que respirar profundo y caminar nuevamente a la biblioteca que para ese momento ya se había convertido en oficina puesto que estaba el escritorio y la mesa llena de papeles, carpetas e informes, además de dos computadoras portátiles.

-Recuerda Adara que en una hora y media vendrá a buscarte el señor De Rosa para ir a cenar- dijo él al pasar.

-¿Quién es el señor De Rosa?- preguntó Elora con travesura en sus ojos y sonrisa -¿Acaso ocurrió algo de lo que no me hayas hablado?-

-Ni se te ocurra dejar volar tu imaginación. Es un socio de mi bebé y hasta podría decir un amigo, nada más- respondió mientras se quitaba los zapatos y se dirigía a tomar una ducha rápida –Y tu irás conmigo, no tengo ganas de estar toda la noche sintiendo su coquetería, lo tendrás entretenido en esa área-

-¡Vaya! Así que ahora soy tu medio para alejar citas- en tono sarcástico -¿Por qué no te diviertes un poco y te relajas? Parece que tuvieras setenta años ¿O es que él tiene esa edad?- agregó riendo.

-Tiene sólo un par de años más que nosotras, es bastante engreído y a veces diría que superficial pero estoy segura de que te divertirás con él- dándose por aludida al último comentario y ya entrando al baño mientras dejaba a la pasada en el suelo la ropa que se iba quitando –Y tus ojos me lo agradecerán porque debo admitir que es muy atractivo y sabe cómo utilizarlo-

-Entonces debo prepararme- contestó su amiga con diablura mientras salía corriendo hacia su habitación que era otra de las suites principales en el mismo hotel.

-¿Yo debo asistir señorita?- preguntó la asistente con la mirada agotada.

-Como quieras Anna, no tienes la obligación- respondió su empleadora –Si estás cansada puedes quedarte-

-Sí, lo preferiría si no es molestia- suspirando.

-Entonces descansa hasta mañana, a partir de ahora todos los días serán muy ajetreados y deberás seguirme el ritmo- ya casi gritándole mientras abría la llave del agua –Tú también descansa Paul porque ya me conoces en ritmo acelerado- largando una suave risa que casi no se escuchó por el ruido de la lluvia.

El señor sentado en el living observó detenidamente a la secretaria, tendría que hablar seriamente con esa jovencita en cuando las otras se fueran; aunque hacía sólo un par de meses que había tomado ese puesto, era obvio que si continuaba con esa actitud no estaría mucho tiempo en ese trabajo y él, después de tantos años de experiencia, sabía de la gran capacidad que escondía bajo su poca autoestima.

HOTEL PASSIONE - LA JEFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora