Capítulo 19 - BALCÓN PRIVADO

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Durante todo el día tanto Adara como los demás socios y los dos chef ejecutivos principales, se dedicaron a dar entrevistas.

Mostraron sólo el restaurante principal y el lobby del gigantesco y elegante lugar. Según la dueña, no revelaría más puesto que lo más importante era mantener la privacidad y seguridad de sus huéspedes.

Leo y Ada estuvieron dirigiéndose miradas cómplices y sonrisas dulces a lo lejos pero no mostraron en ningún momento la relación que tenían.

Después de varias horas, poco a poco el gentío se fue yendo y los usuales trabajadores volvieron a sus puestos.

Era ya casi de madrugada cuando el chef se dispuso a buscar a su jefa sin mucho éxito de encontrarla.

Con una mezcla de frustración, algo de preocupación y cansancio se sentó en el primer escalón de la enorme escalera principal.

(En idioma italiano)

-¿Qué haces ahí?-

-¿Cómo está señor Paul? Estuve buscando a Adara pero no logro encontrarla y no me atiende el teléfono... tal vez con el cansancio decidió ir a su departamento- explicó.

-Yo estoy muy cansando... la canas no vienen solas- riendo y luego sentándose al lado del otro –Voy a decirte un secreto pero tienes que prometer que no le dirás a Ada que te lo dije o me matará-

-Por supuesto- extrañado.

-En estos momentos ella debe estar escondida en el balcón privado de su despacho- mirando hacia la derecha mientras escuchaba unos pasos acercarse.

-No sabía que su despacho tenía balcón privado- pensativo.

-Justamente por eso es privado, sólo un par de personas sabemos de él- sonriendo al ver a Airlia llegar junto a ellos –Estoy seguro que ya sabes de su vida... pero tampoco lo sabes todo... en momentos como estos ella necesita aislarse un poco y contemplar lo hecho, lo logrado y lo vivido... pensar y respirar- explicó con suavidad.

-Pero eso no quiere decir que no necesite compañía- agregó la mujer con calidez –Y más si es de ti... Leo, no la dejes sola...-

-No lo haré, gracias a los dos- brindando una corta sonrisa antes de levantarse e ir corriendo escaleras arriba.

-Estos niños que siempre necesitan empujoncitos- riendo comentó Paul.

-Si nosotros de jóvenes los hubiésemos tenido...- sentándose a su lado y apoyando su cabeza en el masculino hombro.

Leo decidió tomar el ascensor los catorce pisos y llegar lo más rápido posible. Buscó por todo el gigantesco despacho y no lograba encontrarla hasta que de un lado de un librero se notaba algo de luz, al acercarse y tocarlo notó un pequeño botón.

La madera llena de libros se corrió con facilidad y la noche estrellada se hizo presente.

(En idioma italiano)

-Te encontré- quitándose el saco y colocándolo sobre la femenina espalda.

Ella sólo apoyó su cabeza en el pecho del chef mientras él la rodeaba con sus brazos.

-Paul te dijo de este lugar ¿Verdad? Ya no puedo confiar en él- queriendo sonar a reproche pero soltando una suave risa.

-No, te busqué solo por todo el lugar- contestando de igual forma.

-Bien- observando el hermoso paisaje nocturno de Milán - Ahora tú tendrás más trabajo que yo-

-Diría que te tomes unas vacaciones pero sé que ni durmiendo descansas asique estoy seguro seguirás trabajando sin parar- riendo y haciendo que gire para quedar frente a frente.

-Leo...- rodeando el cuello con sus brazos.

-¿Qué ocurre? No tengas dudas de hablar conmigo- acariciando su rostro con una mano y rodeando su cintura con la otra.

-Me da miedo esto- confesó de pronto y respiró fuerte –No quiero que se arruine y sé que aún hay muchas cosas entre nosotros, a ambos nos cuesta y...-

El chef colocó su dedo índice sobre los suaves labios para hacerla callar.

-Sé que tienes miedo, sería un estúpido si no admitiera que yo también. Tú tienes tu pasado, yo también tengo el mío y a ambos nos han lastimado... pero estamos aprendiendo el uno del otro y yo no sé qué es esto entre nosotros, si quieres le ponemos un título o no, no me importa... lo único que sé y de lo que tengo total certeza es que no quiero separarme de tí. Ni ahora, ni mañana, ni nunca-

Y con esas palabras absolutamente sinceras, Leo volvió a afirmar para sí que jamás se alejaría de ella y aceptó que su corazón ya no le pertenecía, sino que ahora latía gracias a esa maravillosa mujer que tenía frente a él.

Y con esas palabras absolutamente sinceras, Adara terminó de abrir por completo su corazón y admitió en su mente que ya estaba enamorada en su totalidad y que desde ese momento ya no tendría más miedo sino que al igual que en los negocios, empujaría hacia adelante sin dudar.

Mirándose a los ojos sonrieron para luego besarse con lentitud, con suavidad y con delicadeza; demostrándose ambos que estaban pensando igual, que estaban sintiendo igual...que estaban amándose igual.

Y lo que empezó con sutileza poco a poco fue levantando la temperatura, las manos de ambos acariciaban recorriendo y reconociendo los cuerpos. El beso ya era de premura y pasión.

La tomó de los muslos y ella de un salto rodeó las masculinas caderas con sus piernas.

Sin dejar de comerse la boca ni separarse, el adonis caminó hasta el interior y antes de sentarla sobre el gran escritorio de roble, con el pie le dio un pequeño empujón al librero para cerrar la abertura.

La empresaria con una mano tiró las cosas a su alrededor y se recostó, mirándolo con urgencia y lascivia.

Para ese entonces, el par de amantes ya jadeaban y sus bocas estaban rojas e hinchadas.

Ada soltó un lazo que sostenía el cuelo del vestido y sin ningún problema lo bajó hasta la cintura.

Leo la comió con la mirada, sus ojos encendidos sólo gritaban ardor y exigencia.

Le terminó de quitar la prenda y en segundos, la ropa interior estaba en el suelo.

-Dios... no existe mujer más preciosa...- susurró antes de recostarse sobre ella para comer sus pechos, lamerlos, pellizcarlos y apretarlos.

Mientras él se desvestía con rapidez, ella volvía a sentarse y se acariciaba desde el cuello hasta el interior de sus piernas mostrando picardía y travesura en sus ojos y sonrisa.

-De verdad... me vuelves loco- volviendo a tomar los femeninos labios con los suyos y pasando sus manos por los pechos y el abdomen hasta llegar al monte de Venus.

Los dedos del chef mostraron su experiencia provocando que ella jadeara y su mente se perdiera en las sensaciones provocadas.

Luego bajó recorriendo con sus labios a la griega hasta llegar a lo más profundo que su lengua daba para sentirla suya, saboreando su fruta más dulce y jugosa, pensando que no había momento más hermoso e íntimo que tenerla así, desnuda y rebalsada en la mesa.

Cuando los gemidos de Adara y su propio néctar le mostraron a su amante que había llegado al clímax; él estando de pie y ella acostada mirándolo, entró sin permiso ni piedad.

El desenfreno y la libido al máximo también habían cubierto su mente y se perdía en ese instante de inmenso placer.

Las embestidas rápidas y frenéticas, el choque de los cuerpos sudados y el sonido gurgural de ambos llenaron el lugar; perdiéndose en un universo de profundo placer y lujuria que era pura y exclusivamente de ellos dos y nadie más.

Leo se recostó sobre su jefa, jadeando y exhausto al soltarse después de sentir como ella volvía a gritar por segunda vez de placer.

Ada se dedicó a acariciar sus cabellos tratando de volver a la realidad.

Pasaron un par de minutos sin moverse y sólo disfrutando ese instante.

HOTEL PASSIONE - LA JEFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora