Los caballos que llevaban nuestro carruaje galopaban con fuerza mientras que yo observaba por la ventana al pueblo de Leridon. Los ciudadanos habían hecho una especie de camino hacia el palacio, las personas hacían una reverencia hacia el carruaje en símbolo de respeto para después aplaudir y celebrar. Podía ver como algunos niños se ponían de puntitas con la esperanza de poder ver hacia el interior del vehículo.
Me sorprendió tal recibimiento por parte de las personas, se veían genuinamente entusiasmados por nuestra presencia en sus tierras. Mi mirada se dirigía de vez en cuando a mis padres, quería ver si algo en sus rostros pudiera darme una pista de cómo reaccionar ante la situación. Esta no deja de ser la primera vez que pongo un pie fuera de la muralla que protege a mi nación, no tengo ni la menor idea de que es normal y que es anormal. Aún así a juzgar por sus caras creo que aquel tipo de actos era algo normal.
El carruaje se adentró hacia un palacio muy similar al que yo vivía, mientras que él mío era blanco con tonos azules, este era completamente verde. Tenía diferentes tonalidades de verde, por ejemplo, las paredes eran verde claro, pero las columnas tenias detalles de un verde limón y los techos eran de un verde oscuro. El palacio era muy bonito, jamás me hubiera imaginado que una construcción verde me pareciera tan agradable a la vista, daba la impresión de que todo fuera un jardín enorme.
El cochero nos abrió la puerta y nos ayudó a bajar. Para cuando puse un pie fuera logré visualizar a Hunter seguido de un hombre bien vestido el cual supuse que sería su mano derecha. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro en cuanto nos acercamos a él. Ese gesto de su parte logró que yo también sonriera. Era extraño ser la invitada en vez de la anfitriona. De alguna extraña manera sentía que había estado en mi zona de confort todas las veces que lo he visto y ahora era él el que se encontraba en la suya.
-Pasen por favor majestades – dijo apenas estuvimos a una distancia prudente, para después hacerse a un lado mientras yo y mamá pasábamos por su lado. Papá se había quedado a su par junto con el otro hombre que lo acompañaba y Anthony.
Una vez que estuve por pasar por la gigantesca entrada, noté un detalle que antes había pasado por alto, y era que en vez de perillas normales de algún mineral, tenían dos esmeraldas puras. No voy a decir que no se veían majestuosas, pero considere el detalle algo ostentoso? Quizá.
Seguí caminando y no tardamos en toparnos de frente con los reyes de Leridon, el príncipe Harry y la princesa Georgina. Los saludos fueron cordiales y la invitación a pasar a su sala de estar no tardó en aparecer. Ellos sabían el motivo de nuestra visita, el cual era conocer más a su nación y a su hijo como príncipe, por lo que se me hizo bastante normal que al llegar comenzarán a platicarnos un poco sobre su historia y el estado en el que se encontraba Leridon. Claro que siempre recalcaban sus fortalezas y trataban de no mencionar sus debilidades.
-Como sabrá majestades y altezas, nuestra nación se caracteriza por siempre intentar preservar la paz. No somos un pueblo conflictivo y creemos firmemente que antes de cualquier guerra debe de existir un dialogo para poder buscar el bienestar común – me limite a asentir ante las palabras del rey, pero claro que la indirecta hacía Albanis no me paso desapercibida, aunque en sus palabras tampoco había algo que no fuera la verdad.
-Lo sé majestad, Leridon es bien conocida por sus habilidades mercantiles, así como por su economía basada en su flora y fauna – ese era un tema que a veces me inquietaba respecto a esta nación. No sabía muy bien las condiciones en las que producían y adquirían sus bienes, pero la sobreexplotación de sus recursos podía ser un problema a futuro. Estoy segura de que es ahí donde el Krend encaja en esta situación, me gustaría entender exactamente como, pero sabía lo inapropiado que sería sacar a relucir el tema en estos momentos.
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El diamante de la corona
General FictionHola, mi nombre es Lia Annalisse Krendigan princesa heredera al trono de Krendigan, pero mis padres me dicen solo Annalisse. Tengo 20 años y en unos días será mi cumpleaños número 21, donde pasará lo inevitable, algo que ha maquinado en las cabezas...