Capítulo 32. Felices para siempre

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El tan esperado día de mi mejor amiga había llegado al fin. Ver a Lyria con su precioso vestido blanco y la sonrisa más radiante sobre su rostro me llenaba de alegría. Nos estábamos arreglando en la casa de los Castier, ya que aquí se celebraría la boda entre Marcus y Lyr. Yo al ser la dama de honor principal, tenía permitido arreglarme junto con la novia, su madre, la que será su cuñada y la que será su suegra. Mi trabajo era asegurarme que la novia estuviera tranquila y que todo saliera increíble en su día. Hasta ahorita estaba teniendo éxito en mi misión.

La ceremonia religiosa empezó, en nuestro reino era común que solo estuvieran los más cercanos en esta ceremonia, a la fiesta si asistían más personas. Marcus ya estaba esperando a Lyria en el altar cuando yo entré del brazo de Deimos. Era sumamente raro que fuera él quien me estuviera acompañando en un evento tan importante e íntimo. Pero siendo honesta, era perfectamente normal que me acompañara el que sería mi esposo. Tenía que ser sincera, Deimos se veía extremadamente agradable con su traje de gala y su corona. Estaba algo acostumbrada a verlo siempre en tonos de rojo oscuro, pero el día de hoy esto era diferente. Mi prometido, que raro era llamarlo así, tenía un traje azul que iba acorde a mi vestido.

Al darme cuenta de que estaba pensando demasiado en el hombre que estaba a mi lado, decidí buscar cualquier otra cosa en la que distraerme. Por lo que volteé a ver a la pareja que estaba caminando en frente de nosotros, se trataba de mi hermano y de Violet. Por estar concentrada detallando a Deimos, no le había prestado atención lo suficiente a la pareja de amigos, pero me sorprendió ver la rigidez en los hombros de ambos. Después hablaría con mi hermano al respecto.

Seguí caminando hasta mi lugar y después de nosotros entró mi amiga de la mano de su papá. La sonrisa que apareció en el rostro de Marcus apenas la vio fue increíble y me hizo sentir tranquila. Mi amiga se estaba casando con alguien que la amaba incondicionalmente. La ceremonia dio inicio y todo iba muy bien hasta que las puertas de la iglesia resonaron por todo el lugar cuando entró Regina. Todos nos pusimos a la defensiva cuando entró, pensé que se iba a acercar e iba a hacer un escándalo que frenará la boda. Eso no pasó.

Regina se sentó en la parte trasera del lugar y se mantuvo en silencio viendo como la ceremonia continuaba. Pude ver como algunas lágrimas bajaban por sus mejillas, pero intenté ignorarlas. Mis ojos estaban clavados en la pareja de enfrente, pero note como Lyria volteaba constantemente a ver hacia donde estaba la que era nuestra mejor amiga. Un sentimiento desagradable comenzó a crearse en mi estómago, era ese tipo de mal presentimiento.

Llegó el momento donde Marcus y Lyria tenían que ponerse los anillos el uno al otro. A Lyria le temblaba la mano, y por eso se le cayó el anillo. Marcus rápidamente se agacho a dárselo, pero mi mejor amiga no lo tomaba de su mano, simplemente se quedaba mirándolo. Lyria ya no era la novia feliz que había entrado a la iglesia hace unos momentos, ahora se veía consternada y preocupada. Sabía que el motivo era la persona que seguía llorando en silencio hasta el fondo del lugar. No sabía que hacer, todos los presentes nos volteamos a ver sin saber que hacer o qué decir.

Por un momento creí que Lyria iba a dudar, peor aún, creí que se iba a arrepentir y que iba a salir corriendo de la iglesia. Para suerte de todos, Marcus parece conocer a Lyria mejor que nadie en la habitación. Lentamente subió su mano a la mejilla de mi mejor amiga obligándola a verlo a los ojos. Lyria pareció salir del trance de culpa en el que estaba envuelta y se concentró en los ojos del hombre al que amaba.

Él procedió a brindarle una pequeña y sincera sonrisa después de decirle algo en un tono de voz sumamente bajo, imposible que alguno de los presentes aparte de la novia escuchará. Lyria le sonrió de regreso y sin dudarlo le coloco el anillo en su mano. En ese momento las puertas volvieron a oírse, pero esta vez la novia ya no volvió a ver. Yo si lo hice. Regina se marchó y no se presentó a la fiesta de la boda.

El diamante de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora