Capítulo 34. Un beso

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Estúpida, esa es la palabra que más se repite en mi cabeza desde que abandoné el castillo de la familia real de Albanis. No hay otra forma para llamarme. Soy una estúpida por siquiera pensar que Deimos sentía algo por mi. Ahora entiendo todo, él no puede estar enamorado de mí, porque él ya está enamorado de alguien más. Qué diablos estoy haciendo, que se supone que debo de hacer. Mi boda es mañana, hoy es la cena antes de la boda y solo pienso en huir de todo esto.

No puedo creer que me salí de un problema para meterme en uno peor. La única solución que encuentro es cancelar la boda. Ni siquiera sé si eso es posible a estas instancias de la vida. Qué le voy a decir a los invitados que ya hicieron el viaje, a mis padres, a mis súbditos. Un grito de desespero sale de mi garganta y las lágrimas de rabia comienzan a bajar por mis mejillas.

Mi mirada se queda clavada en el sencillo vestido blanco que se supone que debo de utilizar el día de hoy para la cena. Mi prometido y su familia llegaron hace rato, pero no he querido ir a darles la cara. Lo peor de toda la situación es que en mi nación es común que se dé el primer beso de la pareja durante la cena de ensayo. Eso significa que si no logró cancelar todo este teatro, tendré que besar a Deimos. No quiero besarlo. Es un mentiroso que solo le interesa el maldito poder.

Tocan mi puerta y por un momento espero que sea mi mamá. Deseo con todas mis fuerzas contarle toda la verdad, ella siempre sabe qué hacer. Para mi desgracia las que entran son mis doncellas, quienes rápido se ponen a arreglarme el cabello y el maquillaje. Durante todo el tiempo que se toma mi preparación yo me mantengo neutral y perdida en mis pensamientos. El tiempo pasa tan rápido que para cuando quiero reaccionar, ya estoy lista para ir a recibir a los invitados. Las ganas de vomitar me abarcan de manera inmediata.

En vez de ir hacia el gran salón donde se llevará a cabo la cena, terminó escondida en la oficina real. Mi pulso y mi respiración están acelerados, así que con mucho esfuerzo trato de normalizarlos. Mis manos comienzan a temblar y el pánico me abruma, no es el momento. El sonido de la puerta interrumpe mi malestar y el ver a Deimos parado hace que esconda mis manos detrás mío. Me gustaría decir que él se ve afectado o preocupado, pero estaría mintiendo.

El hombre que tengo frente a mí luce completamente tranquilo y despreocupado. Su hombro está ligeramente apoyado en el marco de la puerta y sus ojos no dejan de examinar mi rostro. Ese día salí corriendo de su palacio y no le di ningún tipo de explicación. Tampoco le di ningún tipo de pista que delatara que tanto había escuchado de su conversación con esa mujer.

-Vine aquí porque necesitamos hablar Annalisse - sus palabras fueron expresadas con cierta cautela muy propia de él. Me molestaba tanto el dominio que tenía sobre sí mismo y sus emociones. Sabía que tenía que obligarme a actuar de la misma forma

-Te escucho - fue mi respuesta. El procedió a tomar aire y a entrar por completo a la habitación. Una vez todo su cuerpo estaba dentro, se encargó de cerrar la puerta. Sin que él se diera cuenta pase saliva, era la tercera vez que estaba completamente a solas con él y sabía que eso no podía ser correcto.

-Annalisse, Sienna y yo nos conocemos desde que tengo memoria - su discurso comenzó, mis oídos escuchaban sus palabras, pero mi cerebro no las procesaba. Lo único que podía pensar es que estaba a punto de casarme con un hombre que no me ama, que en realidad está perdidamente enamorado de otra persona. Él seguía hablando, pero llegó un punto donde yo ya no pude mantener mi boca cerrada.

-¿Estás enamorado de ella? - mi interrupción lo tomó visiblemente por sorpresa. Incluso tuvo que apartar la vista de mi cara por unos segundos antes de hablar. No necesitaba su respuesta, su reacción ante mi pregunta me dijo todo lo que necesitaba saber.

-Annalisse - nuevamente estaba utilizando ese tono cauteloso conmigo, pero yo ya estaba harta

-Entonces qué haces aquí? ¿Qué haces casándote conmigo? - creí que vería duda y arrepentimiento en su rostro, pero no fue así. Lo que vi fue una clara decisión. Fue raro, como hacerle una pregunta básica a un adulto. Parecía estar completamente seguro de la respuesta a mi interrogante. Era un hombre completamente distinto comparado con el que vi vacilar hace unos segundos

El diamante de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora