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Hola :) Me paso por aquí para dejaros mi AGRADECIMIENTO, así, con mayúsculas; me estáis contando que os esta gustando mucho como estoy haciendo estos últimos capítulos, tratando este tema tan delicadillo. No sabéis como me tranquiliza, porque tenía miedo de meter la pata.

Espero que os siga gustando, y que me sigáis contando tantas cositas <3 Un besote.

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NARRA VANESA

Cuatro días después me pasé prácticamente toda la noche sin dormir. Mónica, por su parte, tampoco tuvo mucha más suerte, ya que no paró de dar vueltas en la cama. Hacia un rato se había conseguido dormir, finalmente, pero yo no podía más.

Me levanté con cuidado de no despertarla, y desayuné algo rápido yo sola; ella no podía hacerlo esa mañana, ya que debía estar en ayunas para la operación. El silencio de la casa a esas horas sólo me hizo ponerme más histérica; mi pierna se movía sin apenas yo darme cuenta y, aunque no era una persona religiosa, fue inevitable para mí en ese momento pedirle al cielo que la cuidara. Y que todo le fuera bien durante el día.

De pronto, cuánto estaba inversa en mis pensamientos, la oí llegar por mi espalda. Me giré para recibirla, y antes de decirme nada, me abrazó. Yo recorrí con mis dos manos su espalda de arriba a abajo, dándole calor.

-Buenos días, mi vida -dije subiendo hasta su pelo y peinándolo suavemente -¿cómo te encuentras?

-Nerviosa, muerta de hambre y habiendo dormido una hora escasa -me contestó sin separarse de mí. Yo, inevitablemente, reí.

-En seguida te dormirán y entrarás en un mundo de luz y de color -dije.

-Tú tampoco has dormido nada, cariño -me respondió, mirándome.

-Da lo mismo -dije negando -ya tendré tiempo de dormir cuándo todo haya pasado.

Me miró con una media sonrisa, para inmediatamente después besarme.

-¿Has preparado tus cosas? -le pregunté, mientras ella se agachaba a darle los buenos días a Camarón.

Asintió. Se trataba de una operación bastante delicada y con un nivel relativamente alto de riesgo, así que Mónica pasaría la noche allí ingresada; sus padres y Jesús, su hermano, habían venido desde Elche para estar cerca de ella en un día tan importante.

-Voy a darme una ducha, me visto, y ya estoy lista -me dijo, volviendo a misbrazos -¿has hablado con mi madre?

-Sí -le dije -ya nos esperan allí.

Mónica volvió a asentir, me dio otro beso y desapareció hasta el dormitorio. Yo, por mi parte, suspiré, le di el último sorbo al café, y también me fui a vestir.

Ana me mandó un mensaje cuando estaba en ello.

«Buenos días, corazón. Todos mis besos y mi fuerza para Mónica, que es una campeona. En un tiempo todo esto será anécdota. Te llamo luego, avísame con lo que sea»

Sonreí. Mónica se había ganado el corazoncito de mi manager desde el primer día, y estaba muy asustada con la situación, inevitablemente. A Ana le había coincidido la operación estando fuera de Madrid, pero era consciente de que estaba ahí para todo lo que cualquiera de las dos necesitáramos.

Aún no eran las 8:30 cuándo ya estábamos en el coche, de camino al hospital. Notaba los nervios de Mónica, que eran tantos como los míos, mientras mi mano derecha y su mano izquierda estaban entrelazadas con fuerza. La radio sonaba bajita, pero, cuándo oí la canción que habían puesto, subí el volumen. El lado oscuro. Pau Donés.

la quiero a morir &lt;3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora