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Hola :) Volvemos al curso habitual de la historia. Espero que los capítulos especiales os gustaran, prometo hacerlos alguna vez más <3 Besitos.

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NARRA MÓNICA

Los meses continuaron pasando entre mucho trabajo y la adaptación a nuestro nuevo hogar. Vanesa finalmente terminó la edición de La Voz, y siguió haciendo promoción de su recién salido disco, al mismo tiempo que se le venía encima la enorme gira de conciertos que la llevarían por todo el país, y en un futuro con mucha probabilidad, por fuera del mismo. Yo, por mi parte, me involucré en la escritura de una nueva novela, que aunque no tenía una fecha de salida fijada, estaba disfrutando especialmente creándola, mientras, al mismo tiempo, seguía haciendo cada fin de semana los informativos junto a Matías, y, además, participaba en varios programas de tele y radio.

El resumen de todo podía ser que nos veíamos poco, y cuando lo hacíamos, era dentro de una rutina que, verdaderamente, estaba terminando por desgastar.

Aquel miércoles por la noche la esperé a que llegara a casa, ya que había estado todo el día, desde incluso antes de que yo me despertara, trabajando sin parar; había grabado un programa para una plataforma digital e ido al estudio para grabar un dueto con un compañero de discográfica, que saldría en los próximos días.

Atravesó la puerta pasadas las once de la noche.

-Hola, cariño -dijo acercándose al sofá, donde yo estaba leyendo un libro.

Me dio un rápido beso en los labios, que apenas pude sentir, y en seguida se fue de mi vista, sin darme tiempo a contestarle. Cerré el libro y supe, en ese momento, que iba a explotar. Intenté respirar antes de hacerlo, porque tampoco quería ser demasiado brusca.

-¿Qué? -dije llamando su atención. Se giró y me miró.

-¿Qué de qué?

-Que llevamos veinticuatro horas sin vernos, y ni me has mirado a la cara -reproché.

Vanesa se asomó por la puerta de la cocina y me aguantó la mirada un rato, antes de hablar.

-Estoy muy cansada, Mónica -dijo cogiendo su móvil sobre la mesa -no tengo ganas de discutir.

Me quedé tan sorprendida, que apenas reaccioné. ¿Había oído bien lo que me acababa de decir? Se dio la vuelta y fue hasta el dormitorio, sin decir más. No supe, en ese momento, si tuve más ganas de llorar, gritarle o pegar un portazo. ¿Qué coño le pasaba?

Volví a intentar respirar, inútilmente. Dos minutos después, tras intentar encontrar una explicación lógica a todo lo ocurrido, caminé hacia donde ella había ido.

-Espero que estes de coña, Vanesa -me apoyé en el marco de la puerta y observé cómo se estaba quitando los zapatos sentada sobre nuestra cama -no sé porque me tratas así. Llevo todo el día esperándote.

-¿Así cómo? -me dijo resoplando -no te he dicho nada. Sólo te he contado que estoy cansada, y que no me apetece nada que nos peleemos.

-Y yo te he dicho que has entrado por la puerta, y ha parecido que hasta te ha molestado que estuviera en casa.

-No digas tonterías.

-Y tú no me hables así.

El silencio volvió a reinar en la habitación. Vanesa se levantó de la cama y comenzó a dar vueltas.

-Llevamos unas semanas muy mal, Mónica.

-¿Y de quien es culpa, exactamente?

-Ah, ¿sólo mía? -elevó la voz -¿sólo es culpa mía?

la quiero a morir &lt;3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora