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Tranquilas, que no me había fugado... Habéis estado toda la semana volviéndome loca. Impacientes.

Aquí lo tenéis. Disfrutad <3

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NARRA MÓNICA

En cuanto me levanté de la cama, me arrepentí de haberle hablado así a Vanesa. Pero estaba un poco agobiada de tener que estar siempre escuchando la misma frase; ya tenía mucho cuidado, y sólo quería disfrutar de un rato con ella, intentando no pensar en lo que estaba pasando. Sabía que tampoco era fácil para Vane, y que se estaba esforzando mucho en que yo me encontrara bien, pero así no me ayudaba.

Me metí en la cocina y puse el café a hacerse. Suspiré. ¿No iba a venir? Yo no quería volver a por ella, pero quería que viniera. Cinco minutos. Diez. Quince. Joder, ¿en serio no iba a venir?

De pronto, apareció en el salón vestida. La miré, y me dio hasta un ápice de vergüenza lo que había hecho. Mierda.

Vane no decía nada, y yo tampoco. Estaba siendo insoportable.

-Vanesa, ¿puedes escucharme?

Vane dejó su móvil sobre la mesa del salón y se giró para mirarme. Se apoyó con sus codos en la barra de la cocina y esperó paciente a que hablara

-Estoy muy agradecida con lo que me estás cuidando -empecé a decir -me encuentro bien porque sé que tú estás conmigo.

Vanesa me miraba con una atención extrema.

-Pero necesito poder desconectar -afirmé -necesito poder estar tranquila, olvidándome de todo lo que está pasando, y simplemente disfrutando de un rato agradable contigo, en la cama o donde sea. ¿Tú eso lo puedes entender?

-Lo entiendo -dijo - pero no lo hago apropósito, Mónica.

-Ya lo sé, cariño -dije ante sus palabras -pero por eso lo estamos hablando. Las dos debemos aprender a gestionar esta situación.

Vanesa asintió.

-No quiero que nos enfademos, por favor -me pidió -estoy muy agobiada, y no creo que pueda soportar encima pelearme contigo.

-Vane, ven aquí -le pedí. Me hizo caso y se situó a mi lado en la cocina -está todo bien. Te pido perdón por cómo te he hablado hace un rato, en la cama. Y por dejarte a medias.

Rió un poquito.

-Y yo te pido perdón por agobiarte a veces -confesó -intentaré hacerlo mejor a partir de ahora.

Me enterneció. Rodeé con mi brazo su cintura y besé su moflete.

-Yo también intentaré hacerlo mejor -dije -gracias, cariño.

Vane sonrió y correspondió a mi brazo rodeándola. Nos abrazamos en la cocina.

-¿Quieres unas tostadas? -le dije tras buscar su boca y darle un beso.

-Sí, claro que quiero -me dijo enganchándose a mi espalda y besando mi cuello, desde el final de la oreja hasta la clavícula -y a ti también te quiero, mucho.

Me reí, disfrutando de sus mimos. Cogí el pan y lo metí en la tostadora, mientras Vane no se separaba de mí.

-Tienes que hacerme las curas de la nariz luego, acuérdate -le dije, mientras torcía mi cabeza y le obligaba a abandonar mi cuello para posar sus labios sobre los míos, de nuevo.

-Por fin seré enfermera -dijo riendo -te las haré, claro.

Y así fue. Terminamos de desayunar y me senté en el sofá, esperando a que Vanesa se preparara; apreció a los segundos con todo lo necesario y sus manos perfectamente lavadas y desinfectadas. Sacó un paquetito de gasas, suero fisiológico y un bastoncillo para poder limpiar bien la herida con cuidado.

la quiero a morir &lt;3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora