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NARRA MÓNICA

Cuatro días después volvimos a casa. Tanto Vanesa como yo no borramos la sonrisa ni un segundo de nuestras caras; era complicado bajarnos de la nube de amor en la que llevábamos subidas desde que habíamos puesto un pie en Roma, y sobre todo, desde que nos habíamos comprometido.

Apenas unas horas tras llegar a Madrid, y tras una rápida parada en casa para deshacer la maleta y hacer otra nueva, Vane cogió el coche y bajó a Málaga; hacía bastantes semanas que no lo hacía, debido al trabajo y al viaje que acabábamos de hacer. Yo, por mi parte, también decidí irme otro par de días a Elche, para ver a mis padres y pasar un poquito de tiempo con mis sobrinos.

Salí por la puerta de la estación, y, como tantas y tantas veces, me encontré con mis padres esperándome con una sonrisa de lado a lado, que me producía una maravillosa sensación a hogar.

-¡Hola mi amor!

Los brazos de mi madre rodearon mi cuerpo fuerte, mientras mi padre besaba mi cabeza y cogía mi maleta para facilitarme corresponder a los mimos de mi madre. Cuando me dejó libre, me acerqué a él para besar su mejilla con un sonoro beso.

Mi madre me agarró del ganchete, y juntos fuimos hasta el coche.

-Cuéntanos, ¿qué tal en Roma? -me preguntó mi madre -¿mucho amor?

El corazón me latió rápido al oírla. Que si mucho amor, me preguntaba... No sabía como decirle que no había sentido en el pecho jamás tanto amor como esos días allí con Vanesa.

-Genial, mami -le respondí, mientras me abrochaba el cinturón -Roma tan preciosa como siempre, y Vane y yo tan felices como siempre, también.

Vi a mi padre sonreír a través del retrovisor. Iba a contarles lo del anillo, pero preferí esperar a que estuviéramos en otro sitio, y poder verles la cara bien. Sabía la ilusión que les iba a hacer, sobre todo a mi madre.

Aquellos días decidí quedarme a dormir en casa de mis padres, porque me apetecía especialmente pasar tiempo con ellos. Al llegar a casa me llevé la fantástica sorpresa de que mis sobrinos me estaban esperando para recibirme, antes de irse a casa a dormir, debido a que al día siguiente madrugaban para ir al cole.

Mientras yo fui hasta mi habitación, para deshacer la maleta y darme una rápida ducha, mis padres prepararon la cena para los tres.

«¿Ya estás instalada con tus papás? ¿Todo bien? Ya te estoy echando de menos, futura muje

Me encontré con ese mensaje al salir de la ducha. Reí y, tras desempañar un poco el espejo, me saqué una foto para ella, un poquito más sexy de la cuenta. Se la mandé, junto con un mensajito:

«Más que instalada. Yo también te estoy echando de menos»

No me había dado tiempo ni a ponerme la ropa cuando obtuve respuesta.

«Dios. Qué barbaridad»

Me reí, porque era tan predecible que resultaba hasta tierna. Cuando estuve lista salí hasta la cocina, donde mi padre me ofreció rápidamente una copita de vino.

-¿Ya ha llegado Vane a Málaga? -me preguntó.

-Sí -respondí cogiendo un trocito de queso -ya está con sus padres y con sus hermanos.

Ambos sonrieron, y yo, al coger la copa para dar otro sorbo de vino, me vi el anillo. Sonreí y volví a hablar.

-Hay una cosita que os quiero contar -dije fingiendo indiferencia.

-¿Qué cosita? -dijo mi madre apartando la sartén del fuego.

Dejé de nuevo la copa sobre la mesa y, cuándo me cercioré de que ambos estaban mirándome con atención, estiré mi mano izquierda sobre ellos, dejando mis cinco dedos a su perfecta vista.

la quiero a morir <3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora