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La primera vez que Sousuke despertó, aún no había amanecido y se sentía demasiado tranquilo para no saber dónde se encontraba, y para todo el malestar que lo aquejaba. Claro que recordaba haber estado con Rin, pero  lo poco que podía apreciar de la habitación en donde estaba, no se parecía en nada al departamento de su amigo, ni a su propia habitación.

Miró alrededor, con la ayuda de la poca luz que entraba por la puerta en busca de algo que refresque su memoria, no reconocía nada, salvo el olor a manzana verde que desprendía la almohada que le hizo recordar llegar al departamento de  Makoto, y el beso.

¡Oh Dios, ese beso! le gustaría recordarlo con más detalle.

Sonrió y lamió sus labios.

Después de eso no recordaba nada más en realidad y antes de llegar al departamento, muy poco.

La ausencia del castaño lo inquietó y se sentó de golpe para ir a buscarlo. Sin poder evitarlo, un quejido lastimero escapó de su garganta. Toda la habitación le dio vueltas, muy probablemente debido a qué su cerebro rebotó, como  pelotita de goma, por todo su cráneo.

A los segundos apareció Makoto, adormilado y chocando con el marco de la puerta.

—¡Sousuke! ¿Estás bien? —le preguntó preocupado estando a su lado.

—Yo sí, ¿y tú? ¿No te lastimaste? —su voz salió muy ronca y tenía un sabor amargo en el paladar.

—No —Le respondió Makoto acariciándose su brazo—. Bueno, un poco, no es nada. ¿Cómo te sientes?

—Me duele la cabeza, pero estoy bien —mintió, en realidad sentía que estaba atravesando la peor resaca de su vida; la habitación no dejaba de girar, le dolía el cuerpo, la cabeza y a cada segundo que pasaba sus ganas de vomitar aumentaban. Por la mirada de Makoto supo que se le notaba demasiado como para seguir mintiendo—. Necesito ir al baño.

—Está bien. —Makoto hizo el ademán de buscar el interruptor de la luz en la pared.

—No, no enciendas la luz. Así está bien.

—Ven conmigo entonces —lo ayudó a levantarse y lo sostuvo del brazo y la cintura mientras lo guiaba hacía el baño. Sousuke habría disfrutado aquello, si no se hubiera sentido tan indispuesto—. Te prepararé un té, te ayudará a sentirte mejor.

Sousuke asintió, no sabía que era peor, si las náuseas, el dolor de cabeza o que Makoto tenga que verlo en ese estado.

—¿Tienes analgésicos? —preguntó cuando llegó a la puerta del baño.

—Sí, conseguí un par —Sousuke volvió a asentir mientras entraba al baño, apoyándose con disimulo de las paredes—. No le pongas seguro, por favor —pidió Makoto.

—Está bien, pero cierra la puerta.
Ni bien Makoto lo dejó solo en el minúsculo baño, cayó de rodillas frente al excusado y vomitó hasta su merienda de pre-escolar.

Después de apretar el botón del excusado, se quedó sentado en el piso sintiéndose mejor físicamente pero mucho más avergonzado.

—Sousuke ¿Puedo entrar?

—¡No! Tranquilo, estoy bien.

—¿Seguro?

—Sí, salgo en unos minutos.

—De acuerdo.

Pudo sentirlo unos segundos en la puerta del baño, tal vez intentando asegurarse de que todo estuviera bien.

Cuando se alejó, Sousuke se puso de pie apenas con la ayuda del mesón del lavamanos, donde se mantuvo apoyado un buen tiempo mientras se contemplaba en el espejo.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora