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Makoto pudo distinguir la duda en la mirada de Sousuke al momento de entregarle la llave del auto, que muy probable se debía al ligero temblor involuntario en sus manos a causa de los nervios. Si bien, gracias a Haru y a Kisumi, había practicado bastante, sería la primera vez que conduciría en carretera.

Se acomodó tras el volante y quiso tranquilizarse tomando grandes bocanadas de aire.

—Sabes conducir bien, ¿verdad? —le preguntó Sousuke preocupado, acomodándose a su lado.

—Sí, sí. En verano pasé el examen para obtener la licencia. ¡Practiqué, no te preocupes! —El moreno asintió con gesto cansado y abrochó su cinturón de seguridad. Makoto volvió a respirar profundamente, y esta vez habló con calma, quería que Sousuke se sintiera tranquilo—. Son sólo los nervios iniciales. Descansa, te despertaré en cuanto lleguemos.

Sousuke volvió a asentir reclinando su asiento. Pestañeaba lento, estaba a nada de dormirse, igual que en el restaurante donde desayunaron. Lo había visto tomar una taza de café y protestar porque no le sirvió de nada.

—Si te sientes muy nervioso... —le habló lento y espaciado, acomodando su abrigo como almohada, con los ojos cerrados y el gesto relajado—, despiértame en un par de horas... y yo...

Makoto sonrió guardando silencio, esperando que la respiración profunda se hiciera presente, entonces lo cubrió con su manta y emprendió camino hacia Nagano.

Lo decidieron en medio del desayuno. Makoto le comentó entusiasmado la opción de ir a Nagano, más específicamente al parque de los monos, que era uno de los lugares que se quedó con ganas de visitar cuando fue con su familia, y que además estaba sólo a un par de horas de donde se encontraban. Sousuke lo miró, como se mira a un niño pequeño y sonrió de medio lado.

—Nagano será entonces —le dijo.

El viaje por carretera fue más tranquilo de lo que pensaba. La afluencia de coches no era mucha, lo que le permitía ir a marcha tranquila, con música suave y, para que sus pensamientos no divagaran en lo que no quería, concentrado en el camino que le indicaba el GPS y el paisaje montañoso, verde, blanco y gris, que iba dejando atrás.

Miraba de reojo a Sousuke también, para asegurarse que siguiera cómodo y tranquilo.

Y finalmente llegaron a su destino. No se adentró mucho en la ciudad en sí, se quedó en la periferia buscando un hotel sencillo y económico; no creyó que fuera tan difícil. Fue en el quinto hotel que preguntó, que finalmente le dijeron que sí tenían habitaciones disponibles. Era un lugar agradable, aunque las habitaciones eran en verdad pequeñas: futones doblados en una esquina, un kotatsu en la otra, una mesita pequeña para la televisión, un frigobar, una puerta corrediza que salía al balcón, calefacción y eso era todo

Despertó a Sousuke con calma, pellizcando suavemente su mentón, ya que los leves zarandeos fueron en vano. Lo vio abrir los ojos lentamente y dirigir una mirada perdida alrededor antes de mirarlo a él.

—¿Llegamos? —le preguntó apretándose el puente de la nariz.

—Sí, ese es el hotel, es un poco pequeño, y antes de que te enojes, busqué...

—Si tiene cama está bien —le interrumpió.

—Emmm. Futón...

—Da igual

—Bien —sonrió—. Ve por ese pasillo, a la habitación cuatro, ya te dejé el futón preparado.

***

Como había previsto, cuando entró a la habitación cargando parte del equipaje, Sousuke ya estaba dormido, estirado cuan largo era con una mano en el pecho, la otra cerca del rostro como si hubiera querido cubrir sus ojos de la luz, sin su abrigo y sin cubrirse.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora