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Makoto abrió los ojos con parsimonia, como si el sueño lo expulsara con gentileza. Una sensación cálida en su espalda y su abdomen le indicaba que Sousuke lo tenía abrazado por la espalda.

Adormilado, se quedó mirando la pared por algunos segundos, mientras sentía la respiración ajena en su nuca. Posó su mano sobre la de su amigo y la acarició suavemente con su pulgar.

La noche anterior tuvo que enfrentar a sus sentimientos y aceptarlos: estaba enamorado, de verdad enamorado. Ahora solo faltaba hablarlo con Sousuke, lo malo era que no sabía ni por dónde empezar. ¿Ese sería el momento indicado?

Aunque las cortinas estaban cerradas, la claridad era mucha. Conociendo el recorrido del sol en su habitación como lo conocía, Makoto diría que eran las ocho o nueve de la mañana. ¿Sousuke tendría prisa? Por el ritmo de su respiración, parecía profundamente dormido. Él mismo no estaba muy despierto.

Se giró lentamente hasta quedar de frente a Sousuke, que este no hubiera tenido ninguna reacción le confirmó el sueño profundo en el que estaba.
Lo contempló un momento hasta que se animó a acariciar su mejilla con la yema de los dedos. Le gustaba ver su semblante relajado y ese leve, muy leve, ronquido al exhalar.

Sousuke reaccionó levemente a su toque y se acomodó sobre su espalda, como lo tenía abrazado, lo jaló consigo.

La cama era pequeña para ambos y no muy cómoda, debía admitirlo, por lo que aprovechó la excusa (para sí mismo) de la estrechez, para acomodarse sobre el pecho del moreno. Era tan cómodo y tan cálido, que le fue imposible no quedarse dormido.

"Cinco minutos más", se dijo. No harían gran diferencia.

Pero esos cinco minutos se convirtieron en horas, y sí hicieron gran diferencia . Ver la angustia de Sousuke, tanto por la llegada de su madre y por haberse quedado dormido, como por no poder conversar entre ellos; lo hizo sentirse culpable. Y también frustrado.

Y más aún cuando lo vio irse y cerrarse la puerta tras de él, sin saber si quiera si el moreno recordaba aquel beso o no. O si lo recordaba, qué había significado para él. Tener esa incertidumbre en el pecho era desesperante.

Cuando el timbre sonó, su corazón dio un brinco con la esperanza de que fuera Sousuke, pero era Minato, disimuló su decepción y lo saludó con la mejor sonrisa que pudo dar en ese momento, pero cuando a los segundos vio a Sousuke aparecer tras el recién llegado, su corazón se aceleró y sus entrañas se alborotaron.

Las piernas de Makoto flaquearon cuando Sousuke tomó su rostro con ambas manos y se acercaba para besarlo. No sabía que pensar, así que simplemente dejó de hacerlo. En ese momento eran solo Sousuke y él en el universo entero.

Aquel beso fue la mejor sensación de toda su vida, llenó su pecho de una sensación cálida, llenó su alma de felicidad. Se sintió volar, sintió que flotaba, que ascendía y descendía en picada.

Volvió en sí cuando el beso terminó y Sousuke juntó sus frentes.

—No olvidé el beso, es lo único que recuerdo —le dijo, con la frase siguiente, sintió que volvía a estar en las nubes—. Eres lo que más me importa.

Esa fue toda la confirmación que necesitaba, al parecer.

No pudo responder como le hubiera gustado, su garganta se apretaba por la emoción, tampoco quería hacerlo de esa manera tan apresurada; y lo vió tan indeciso, tan afligido que lo instó a irse, aunque a él le doliera en el alma verlo alejarse.

Cuando cerró la puerta, se enfrentó a la mirada ambarina de Minato, que parecía tener fuego en sus pupilas.

—Tu novio, supongo —le dijo en un tono tan contenido que le borró la sonrisa del rostro y empezó a ponerlo nervioso. Makoto comenzó a caminar en dirección a la cocina mientras respondía.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora