2.

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Había sido una semana extenuante para Makoto; tres pruebas y dos trabajos que presentar, durmiendo poco y comiendo mal. Por eso se sintió inmensamente agradecido cuando llegó el viernes y con ello los días libres por las festividades y, claro, el viaje que tenían planeado.

Esa tarde quedó de ir al departamento de Haru para recogerlo con equipaje y todo, ya que pasarían la noche en el suyo. Pero se quedó dormido. Lo despertó un agradable olor a comida; se sentó algo desorientado y se dio cuenta que una manta lo cubría, y, en un rincón al lado de la televisión, vio el equipaje de Haru. "¡Oh, no!"

Se levantó de golpe sintiéndose terriblemente culpable. Recordaba vagamente llegar de sus clases y dejarse caer en el sillón para relajarse un momento. Nada más.

Vio a su amigo comiendo tranquilamente, este a su vez le devolvió la mirada.

—¡Haru-chan, lo siento mucho! Me quedé dormido sin darme cuenta. Perdóname. —pidió mientras se acercaba para abrazarlo por la espalda.

—Lo sé, Makoto, no te preocupes. Y quita el "chan".

—Lo siento, lo siento —volvió a disculparse soltando poco a poco el abrazo, tanto por el "chan" como por su descuido.

—Ya te dije que está bien, Makoto. —Haru volteó hacia él y lo miró a los ojos, su mirada le decía que en verdad no le daba mayor importancia al asunto. Makoto suspiró ligeramente más aliviado, iba a disculparse nuevamente cuando su estómago soltó un rugido tan fuerte que lo hizo avergonzarse, Haru lo miró con una chispa de diversión en la mirada, pero por suerte se apiado de él y le quitó importancia—. Ve a lavarte, te serviré la cena.

—Gracias Haru, pero descuida, yo me sir... —la mirada que recibió de su amigo le decía que no aceptaba replicas, así que obedeció. Miró a través de la pequeña ventana de la cocina y, en el pequeño pedazo de cielo que le mostraba, pudo ver que ya había anochecido por completo, instintivamente vio la hora en su reloj de pulsera para comprobar que era más tarde de lo que había pensado —. ¡¿Las ocho treinta?!... dormí toda la tarde. Lo siento Haru, por hacerte esperar, incluso estas cenando más tarde de lo acostumbrado—observó.

—Déjalo ya Makoto, necesitabas dormir. Y yo me retrasé en cocinar, eso es todo —respondió con su indiferencia habitual, mientras removía el contenido de la olla.

Makoto sonrió mientras veía a Haru moverse a sus anchas en su cocina. Bebió con gusto del vaso con limonada que le sirvió, y se le hizo agua la boca cuando puso el plato de comida frente a él, que no era caballa como lo que su amigo estaba comiendo, si no curry verde, su favorito, lo que hizo que se le abriera mucho más el apetito y se sintiera mucho más agradecido, ya que esas pequeñas atenciones eran la forma con que Haru demostraba su cariño.

—¿Viniste en taxi? —preguntó, después de devorar la mitad de su comida, sin poder dejar el tema de lado, ya que la culpa no quería irse por completo.

—No. Me trajo Rin, se prestó el auto de su tío.

"Ah, claro, Rin". Se esforzó por mantener su sonrisa y el buen ánimo que la comida le trajo, de verdad lo hizo, pero en su interior era todo tan distinto, era como si se abriese un agujero negro y tragara todo lo que había a su paso, dejándolo con un gran vacío. Pero él luchaba contra eso, tenía que hacerlo.

Claro que la situación no fue siempre así, ahora era diferente porque la relación entre Rin y Haru también se estaba tornando diferente. Lo notó desde hace algún tiempo, desde que Haru volvió de Australia, había algo diferente en él, y no era solamente el hecho de haber aclarado su mente y encontrado su camino, era algo más que con el tiempo Makoto supo determinar, ya que se repetía cada vez que Haru y Rin se volvían a encontrar. Supo que debió haberse resignado, pero algo en él no se lo permitía. Pero desde la última llegada de Rin a Tokio, cuatro días atrás; Haru actuaba incomodo cada vez que hablaban del susodicho, a veces actuaba como si quisiera decirle algo, y otras, en cambio, como si quisiera callarlo todo; y eso no le gustaba. Además, que todas las miradas, todas las señales, las expresiones que anteriormente se daban, eran mucho más intensas.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora