8. 1

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La respiración profunda y pausada de Makoto, simulaba un ronquido suave que escapaba de sus labios entreabiertos.

Sousuke lo observaba, tal vez por más tiempo del necesario, antes de empezar a despertarlo. Se perdía en su facción relajada, suave, en sus pestañas espesas, es sus parpados, sus cejas, su nariz, mejillas, labios, quijada. En como su cabello se esparcía por la almohada, en la mano cerca de su rostro. En todo él.

Empezaba con un zarandeo suave, Makoto se removía un poco.

—Makoto, despierta...

—Mmmm, no —balbuceaba.

—Sí —Volvía a zarandearlo.

—Cinco minu...

—Eso me dijiste hace diez —le decía apretando sus mejillas con suavidad para menear ligeramente su rostro—... despierta, ya.

Entonces Makoto despertaba, abría sus ojos con pereza, pestañeaba buscándolo con la mirada y le sonreía.

Sonreía, sonreía y sonreía. Si no tenía una sonrisa en los labios, parecía que sonreía con la mirada. Una sonrisa cálida y eterna. Al principio se preguntaba si no se cansaba, muy pronto se sorprendió a sí mismo deseando que nunca deje de hacerlo.

Había encontrado cierto placer en ver su sonrojo cuando le lanzaba algún comentario en doble sentido, también en escuchar su risa y su tarareo distraído. Le gustaba ver su sonrisa tensa cuando algo lo asustaba, y como se aferraba a su brazo o se ocultaba en su espalda, también su mirada de determinación, la de preocupación, la de asombro y la dulce. Pero, sobre todo, le gustaba verlo feliz.

Le gustaba su trato suave y como siempre parecía estar pendiente de él, tratándolo con una amabilidad a la que no estaba acostumbrado, haciéndolo sentirse mimado. Como encontrar su ropa doblada, o despertar tapado cuando caía rendido por el cansancio.

Eso, sin contar el sentimiento de paz y tranquilidad cuando estaba a su lado, como si ese fuera su lugar en el mundo, el lugar donde debía estar.

Llegó a la conclusión que Tachibana le agrada a la par que lo atraía físicamente, mucho. Hasta se podría decir que le había tomado cariño, mucho cariño.

No fue fácil para él llegar a esa conclusión, mejor dicho, aceptarla y rechazarla el mismo día.

Fue el día del accidente en la motonieve; cuando después de la caía su primer pensamiento fue Makoto, lo buscó inmediatamente con la mirada y lo vio gateando hasta él con la preocupación llenando sus ojos verdes y el gesto exacto de quien va llorar, preguntándole una y otra vez si estaba bien.

—Sí, estoy bien —respondió—. ¿Te golpeaste algo? ¿te duele algo? —Makoto negó, pero volvió a poner toda su atención en él.

—Parecía que estabas inconsciente —le dijo con la respiración pesada, intentando recobrar el aliento. El que negó ahora fue Sousuke, mientras se sentaba en la nieve, Makoto lo revisaba con la mirada.

—Estoy bien —volvió a repetir. Makoto sonrió con alivio, se paró y le ofreció su mano para ayudarle a pararse.

—¿Usted está bien? —preguntó el castaño al otro sujeto, después de que Sousuke se pusiera de pie.

—Sí, sí —respondió incorporándose. Makoto caminó la distancia que los separaba y le ofreció su mano también, pero aquel idiota la rechazó sin vacilación. Aquello encendió la chispa de ira en Sousuke—. Pudiste haberte fijado —le dijo a Makoto en un tono bastante hostil.

—Yo era el que conducía —le respondió Sousuke de la misma manera—. Y fuiste tú el que se atravesó

—No, no. Fueron ustedes y tendrán que pagar los daños. —Sousuke entrecerró los ojos y sintió la ira correr por sus venas llevando calor a sus brazos.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora