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Ni bien Sousuke empezaba a despertar, pensó que había sobre estimado cualquier resaca anterior.

Se negaba a abrir los ojos, pero el aroma de Makoto y los rastros que su memoria le ofrecía, le indicaban que estaba en el departamento del castaño. Se movió lo suficiente para comprobar que estaba solo en la cama. Agudizó el oído, pero solo pudo escuchar el sonido de la televisión.
Decidió despertar y se incorporó apenas. El mareo le llegó de golpe y tuvo que ir lo más rápido posible hacia el baño.

Makoto, que estaba durmiendo en el sofá, se despertó al sentirlo pasar.

Lo trató igual de bien que la última vez; le preparó té de jengibre y le dio analgésicos, le sonrió y mimó, a pesar de que también se veía algo indispuesto. Incluso lo complació cuando le pidió volver a la cama juntos. Y fue a partir de ese momento en el que empezó a notar que no todo estaba bien.

Sousuke apegó su espalda a la pared y estiró su brazo para recibir a Makoto en el. El castaño le sonrió, era una sonrisa un poco apagada, incluso su actitud era de alguien que procede con cautela, como si midiera sus palabras y sus gestos, pero Sousuke supuso que era por su indisposición. Hasta que notó una ligera hinchazón en los párpados de Makoto, las aletas de su nariz un poco enrojecidas, también el alrededor de sus labios.

Estaban los dos mirándose a los ojos, se notaba que el día ya había avanzado bastante, el sol llenaba la habitación a pesar de las cortinas cerradas.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó Makoto, acomodando las mantas sobre ellos. Antes de responder, Sousuke le robó un beso suave.

—Sí, gracias. ¿Y tú?

—Me duele un poco la cabeza —respondió el castaño ahogando un bostezo. Sousuke sonrió y le dio un beso en la frente

—¿Qué hora es? —quiso saber el moreno.

—Poco más de las diez. ¿Está bien si dormimos un poco más y después pido el almuerzo?

—Suena bien.

—¿O tienes hambre?

—Aún no. —Makoto volvió a sonreír, una sonrisa suave, pero desvió su mirada hacia un costado, pensativo—. Mako, ¿hice algo malo anoche? —preguntó con cierto temor. Su memoria se negaba a ofrecerle más imágenes después de estar besándose con Makoto en el pasillo. Y, la verdad, también el hecho de haberse despertado con una ropa diferente y no saber el porqué, lo incomodaba.

Makoto tragó saliva y negó con un movimiento suave.

—Es que mi ropa... Y desperté con la sensación de haber vomitado. ¿Me vomité encima? —insistió Sousuke, dejando de lado la vergüenza.

—No, tranquilo. Te derramaste un poco de cerveza, solo eso. —respondió el castaño, con una sonrisa suave, pero la primera que parecía ser sincera de esa mañana—. Vomitaste en el baño del Club, antes de venir aquí. Ah, sí, olvidé decirte que tu ropa está en la secadora. Me desperté temprano y la puse a lavar.

—Gracias. Lamento si te di trabajo. La verdad es que no recuerdo nada de eso, menos cómo llegamos aquí.

Sousuke vio como Makoto ahogaba un suspiro y sonrió, o lo intentó; parecía más una mueca triste, eso lo inquietó bastante, pero no supo que decir.

—Lo supuse —dijo el castaño intentando sonreír nuevamente—. Tengo sueño —volvió a hablar después de unos segundos, cerró los ojos y esta vez no pudo aguantar el suspiro—. Puse la alarma a la una.

Y eso fue lo último que le dijo. Sousuke tampoco dijo nada más, se quedó mirándolo en silencio, sin moverse hasta que sintió el cambio en la respiración del castaño. Acarició suavemente su nariz, para comprobar si ya dormía. Se quedó pensando en qué pudo haber pasado. ¿Dijo algo? ¿Hizo algo? Y la angustia empezó a instalarse en él.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora