Un mes, eso era lo que Eirene había tardado en perder la esperanza de que su madre volviera, todavía recordaba cómo esos hombres habían aparecido en su casa y había sido llevada con cadenas igual que un animal.
Recordaba el llanto de su madre y de cómo se aferraba con fuerza a su padrastro, pero no podían hacer nada cuando las Jaurías llamaban a tu puerta. Había pasado once años en su casa y para una dividida eso era un logro, en aquella bodega en la que se encontraba ahora era una de las mayores.
Normalmente ningún dividido que pasara de los seis años estaba libre, pues aunque la guerra de Grimm hubiera concluido hacía 100 años ,el resentimiento hacia la sangre mágica seguía persistiendo, incluso cuando no albergabas la magia de tu padre o madre. Porque efectivamente, los divididos eran el producto de un humano y una criatura mágica de más allá del muro, del Otro Mundo, los Ancestrales.
Eirene nunca vio a su padre, se marcho antes siquiera de que supiera de su existencia y dejó a su madre sola, hasta que conoció a su padrastro, fue el único del pueblo de Medín que no repudió a su madre por haber mantenido una relación con un Ancestral y lo peor, tener a Eirene.
Aun así, con la ley impuesta por el rey permitía que los divididos fueran tratados como un objeto más y por tanto podían ser vendidos, y aquella era la situación actual de Eirene, maniatada en una bodega con cadenas de plata con otra docena de niños. De vez en cuando podía oírlos llorar en la oscuridad de la bodega, las primeras noches también lo hizo hasta que se dio cuenta de que a nadie le importaba que una niña llorara, porque ahora eran animales para ellos, para los humanos.
Wyatt fue quién la hizo darse cuenta, uno de los niños mayores, situado a su derecha, tenía un ojo de cada color, verde y azul, si sus ojos ya llamaban su atención las orejas claramente gatunas ya lo delataban, entrelazadas con sus hebras pelirrojas, un ejemplo claro de un dividido, un rasgo obvio de uno de sus progenitores, ni lo suficientemente ancestral ni lo suficientemente humano. Wyatt era un año mayor y aunque en la bodega hablaran poco, era el líder del grupo, a veces cuando los miembros de la Jauría estaban de mejor humor permitían a Wyatt consolar a los más pequeños.
A su otro lado estaba Flynn, que sin duda era el que más se acercaba a tener una apariencia Ancestral, con su cabello azul marino y sus ojos negros, sin contar con las alas semejantes a una libélula a su espalda, si bien aún no le habían cortado las alas era porque con ellas podría alcanzar un alto precio en el mercado, eso escucharon una vez mientras los alimentaban, pero eso no restaban las amenazas si se atrevía a batir las alas e intentar escapar.
Y allí estaban los tres, esperando al momento de que los vendieran, sabían que la próxima vez que vieran el sol sería para ir al mercado, porque cuando sacaban a uno de los niños nunca volvía.
-Viene alguien -murmuró Wyatt.
Efectivamente* escuchaban el sonido de los pasos, una de las ventajas que tenían, una audición mejorada, aunque eso no los tranquilizó, porque no era la hora de la comida y por tanto nunca eran buenas noticias. Las manos de Eirene comenzaron a temblar incontroladamente, el terror invadía su cuerpo y más cuando notaron como el pequeño barco en el que se encontraban empezaba a desacelerar, con sutileza Flynn sujeto su mano y Wyatt la otra, ocultas entre los harapos que llevaban.
-No puedo...no quiero que me vendan -su voz estaba rasposa, ya que rara vez se permitía hablar, sus ojos intentaban retener las lágrimas, porque sabía que las niñas se vendían mas y ya solo quedaban tres, y ella era la mayor.
-No lo permitiré -susurró Wyatt apretando su mano.
Una parte de ella sabía que eran falsas promesas, pero eso no impediría que se aferrara a sus palabras, ella asintió con la cabeza y miró al frente cuando la puerta se abrió y el capitán de la Jauría bajo esos peldaños de madera, a su espalda estaba su segundo al mando con una libreta en mano.
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Sangre y Luz
Teen FictionEirene es una Dividida y durante diez años ha hecho lo necesario para sobrevivir. Así, cuando una serie de muertes de Ancestrales invade la ciudad de Zetria y la encuentran en pleno escenario del crimen su única opción es el príncipe Lucian Betancou...