2. Eirene

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Los dos príncipes del reino de Grimm estaban en el local.

Sabía que el príncipe heredero frecuentaba el establecimiento, normalmente lo veía un par de veces a la semana, nunca solicito de mis servicios o de cualquier Dividido de la plantilla, nos repelía igual que la peste. Aunque siempre se encontraba allí observando los espectáculos con aquellos ojos dorados y fríos, en otro tiempo lo habría considerado un hombre guapo, pero esa personalidad que poseía quitaba todo el atractivo posible y sobre todo el trato con el que mostraba a los míos, y Catrice lo único que hacía parecer no verlo, pues el dinero que el príncipe heredero dejaba en Lágrimas de Attore subvencionaba gran parte del año, era su cliente favorito.

Aunque nunca esperé ver al tercer príncipe entrar por la puerta, porque él nunca salía del palacio y eso dificultaba más todo, una cosa era que un príncipe anduviera cerca y por tanto sus guardias personales, pero dos príncipes dificultaba mucho más las cosas. Justo acababan de marchar con toda su corte de pomposos, pero nunca se sabía lo cerca que podrían andar los guardias reales y las rondas que harían por los alrededores, sin duda dificultaban mucho más nuestros planes.

La puerta de madera oscura que se encontraba a mis espaldas sonó con un impacto y Flynn entró en la habitación, no hacían falta las palabras, pues él pensaba lo mismo y que la noche se había complicado demasiado.

Sus ojos oscuros lo delataban al igual que sus orejas en punta por la tensión. Flynn se aflojó el apretado chaleco que llevaba mientras suspiraba con pesar, había estado sirviendo toda la noche a los clientes humanos del burdel, no había podido descansar ni un segundo sin que Catrice lo regañase por incompetencia. Sin duda alguna ambos odiábamos trabajar aquí, resultaba denigrante y los humanos no tenían ningún tipo de noción de lo que podría ser un local como este, si Ira lo viera tan solo por unos segundos quemaría el lugar hasta sus cimientos, pero como me decía a menudo, Ira no está aquí, esta lejos, en casa.

A pesar de que odiaremos trabajar aquí cada noche era necesario, el dinero venía muy bien y cubría nuestros otros asuntos en la ciudad.

Flynn recreó un sonido similar a un bramido.

—Si tengo que estar un minuto más con esta ropa te juro que grito -decía aflojando los diferentes cordones a su espalda.

Suspiré por la nariz y me hundí en el enorme diván, uno de los pocos privilegios que me había concedido Catrice en todos mis meses de trabajo, era mullido y aterciopelado de un color azul marino, lo concedió como regalo por duplicar las entradas en la noches tras mis espectáculos. El roce contra mi piel era agradable, mientras me iba quitando las prendas de tul de la noche, mi jornada de la noche había finalizado y deseaba poder cubrirse la piel con algo que no fuera transparente o con purpurina. Normalmente me daría más igual, no tenía grandes problemas con mi cuerpo pese a no estar dentro de los estándares de belleza humanos y la desnudez no suponía nada para mí, pero el hecho de estar ante tantos ojos durante horas y sus manos sueltas me daban ganas de estar horas y horas en el baño, todo sin contar el sudor que se había adherido a mi cuerpo, las gasas ya se había estado pegando a mi piel, dejando la tela totalmente transparente.

Con solo la música de fondo que provenía de la sala principal, Flynn y yo nos sumimos en un silencio en el camerino. Solo entonces, con cuidado eché el cerrojo a la puerta y de la bolsa de lino oculta del armario, saqué una tiza rosa y comencé a dibujar unas runas encantadas para un hechizo simple de silencio, nadie desde fuera nos escucharía. Cuando las runas brillaron por un momento la palma de mi mano vibró ante los residuos de arcana, todavía era incapaz de acostumbrarme a la sensación.

Similar a un cosquilleo se quedó entre mis dedos.

Ya seguros, Flynn habló:

—Z ha enviado un mensaje —asentí, era normal, pues Nauzet nos enviaba mensajes informativos todas las noches—, las Jaurías Reales han encontrado otro cuerpo de un Cortado.

Sangre y LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora