Cuando quise darme cuenta, estábamos muy cerca de casa, el camino era reconocible y pasamos por los campos de cultivo de lavanda, viendo a los primeros Ancestrales. El príncipe Lucian a mí lado se los quedó mirando fijamente, ambos Ancestrales tenían ojos grandes y negros, orejas alargadas y puntiagudas —mucho más que las mías—, que se curvaban hacia abajo, aunque sin duda lo que más llamaría la atención al grupo era su piel de color violeta suave.
Los dos Ancestrales miraron hacia nuestra caravana, al principio se quedaron parados en medio de los campos, estaban en plena recolección de la plantación, lo más probable era que gran parte de la lavanda fuera parar al Festival de la Paz, la celebración tradicional que se organizaba en Persefeiras en honor a la antigua paz, no era casualidad que los tratados de paz coincidieran en las fechas. Los Ancestrales observaron y barrieron al grupo, se detuvieron en mí y su expresión cambió de raíz, maldita sea.
Ambos hicieron una reverencia situando la mano derecha donde estaría el corazón, sonreían.
El príncipe Lucian siguió la mirada de los Ancestrales, así como la reverencia y me miró con las cejas alzadas, no dijo nada, pero el príncipe Colin sí.
—¿Por qué te han hecho una reverencia? No eres de la realeza, incluso eres inferior a ellos.
La paciencia que había desarrollado en los días de travesía se había vuelto infinita, intenté responderle lo más calmada posible y sin dejar salir mi nerviosismo.
—Es una costumbre en el Este, cuando un guerrero vuelve al hogar —una media verdad.
Los ojos del tercer príncipe me examinaban detenidamente, por un segundo parecía ver más allá de la nueva mentira, por la expresión en sus ojos estaba pensando lo mismo, fantástico.
Por suerte ninguno de los dos príncipes dice nada mas y podemos continuar el camino; a nuestro alrededor los verdes árboles comienzan a intercalarse con otros llenos de hojas coloridas, simulando gemas preciosas de todos los colores posibles. En el camino ahora empedrado empiezan aparecer altas farolas de latón oscuro, con las luces apagadas por la mañana, aunque por la noche brillaban de un color rosado y suave.
Cada vez era más común ver Ancestrales por el camino, ya nos habíamos cruzado con varios, muchos de ellos también hicieron reverencias y a cada una de ellas el tercer príncipe me miraba expectante, por unos segundos pareció que iba preguntar algo, pero fue interrumpido por una gran sombra sobre nuestras cabezas, a la que le siguieron muchas más.
Toda la caravana alzó la cabeza en dirección al cielo y yo fuí incapaz de contener más mi sonrisa, amplia y feliz.
Sobre nuestras cabezas sobrevolaba un grupo de ciervos blancos y alados, mucho más grandes y majestuosos que aquellos que vimos en el bosque, unas duendecillas pastoras iban volando a sus lados.
—Esta vez sí que les pediría que se abstuvieran a la caza mis altezas, pues ante nosotros se encuentra una manada del animal sagrado del Reino del Este.
La boca del príncipe heredero estaba abierta de par en par, con la vista fija en los animales, al igual que toda la caravana, hasta la princesa Adelaide se había asomado por la ventana del carro, en cambio el rey no.
—¿Qué son esas criaturas? —quiso saber el tercer príncipe, su curiosidad contaba más que su presunta indiferencia hacia mí.
No paso inadvertida la pulsera de óneiras en su muñeca que intentaba ocultar con el puño de su camisa.
—Son perytons, los descendientes de una Bestia Mística del mismo nombre —no tardé en reconocer la manada, una de las duendecillas me saludo, era Mita, le devolví el saludo y ella emitió una risilla risueña. La duendecilla tenía el cargo de controlar a las manadas de perytons anexas al palacio, asegurándose de que estuvieran bien y sanas—, y hemos tenido mucha suerte, estos son de la manada principal, viven en torno al palacio de la reina.
En efecto los perytons eran descendientes de lo que los Ancestrales llamaban Bestia Mística, en total había seis, una por cada reino, aquellas bestias recubiertas de arcana por sus venas, lo que hoy se consideraba peryton en realidad era un hijo lejano demasiado similar a un ciervo; se decía que el Gran Peryton original, Erinye, ante la ausencia de un compañero, se emparejó con un ciervo común, dando inicio a su descendencia década tras década.
Toda la estructura principal del animal, sus cuatro patas y su inmensa cornamenta eran de ciervo, acompañadas de unas enormes alas emplumadas, todo el pelaje era blanco puro igual a la nieve, y sus alas iban acompañadas de plumaje dorado y moteado.
—Antiguamente cuando Erinye, el primer peryton, caminaba por la tierra del Este solo se aparecía ante aquellos Ancestrales que considerara dignos de gobernar sus tierras —ambos príncipes me miraban, esperando más información—, pero ya no ocurre, el Gran Peryton desapareció hace mucho, los Ancestrales más ancianos dicen que solo está durmiendo, esperando un nuevo gobernante digno de su despertar.
Ante nosotros, por encima de las copas lejanas de árboles comenzaba a verse edificación.
—Recomendaría que bajaran por completo sus armas, porque ya hemos llegado.
Al principio ninguno lo hace, y con una orden simple de Colin todos guardan sus armas, podía ver como el príncipe heredero apretaba con fuerza su montura al tener que seguir mi orden, pude ver como miraba a Lucian, esperando que dijera algo, pero el tercer príncipe solo bajó la mirada.
Desde lo más profundo del bosque a ambos lados finos riachuelos comenzaban emerger, marcando canales a lados opuestos del camino; agua brillante y cristalina. Cuando los riachuelos desembocan en un gran río que separa la gran ciudad del bosque, cruzamos un puente de piedra negra con grandes enredaderas verdes en la parte exterior de la construcción y por fin se ve la totalidad de la ciudad a lo lejos.
Sin murallas altas y negras, nada gris y oscuro como podía llegar a ser Zetria; ante nosotros se erguían edificaciones medianas de piedra blanca rodeadas de altos árboles claros, un gran camino de flores indicaban el camino.
—Bienvenidos a Persefeiras.
Por fin estaba en casa.
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Sangre y Luz
Teen FictionEirene es una Dividida y durante diez años ha hecho lo necesario para sobrevivir. Así, cuando una serie de muertes de Ancestrales invade la ciudad de Zetria y la encuentran en pleno escenario del crimen su única opción es el príncipe Lucian Betancou...