Holiii! Aquí os traigo el nuevo capitulito, a ver que os parece y en el siguiente ya se vienen cositas spicy mi gente.
Recuerden dar amor a la historia si os gusta, votad, comentad y hacer feliz a un intento de escritora como soy yo :,)
Besitos, nos vemos en la nota al final del capítulo.
No me sentía bien.
El primer aroma que percibí de ella fue la angustia, no cenó ni pronunció palabra, solo se marchó a la tienda que prepararon los guardias, un total vacío.
—Por favor hermano ¿todavía te sientes mal?—quiso saber Adelaide.
Estábamos los tres junto a padre en su tienda; largas alfombras de felpa estaban repartidas por el suelo, una mesa de madera oscura con sillones mullidos en una de las esquinas, cestos de fruta a rebosar junto a un carro metálico repleto de bebidas; largas cortinas de gasa negra caían del techo, dividiendo la estancia en dos, donde se encontraría su cama repleta de almohadas hiladas en oro, toda la estancia estaba iluminada por faroles de aceite, acentuando el negro de la tienda negra.
Adelaide y Colin ocupaban uno de los enormes y mullidos cojines del centro de la estancia, ambos se estaban repartiendo algún licor del carro de bebidas, Adelaide me miraba impasible, mientras que Colin se limitaba a reír por lo bajo.
Inalcanzable, padre estaba sentado en una gran butaca con una copa de vino tinto, no nos miraba a ninguno, su mirada estaba fija en un punto más allá, pensando. Por lo general, cuando se sumía en los pensamientos era en su despacho, pero con la ausencia debía conformarse con la tienda y nuestra compañía. Intentaba no husmear nunca en las emociones de mi familia, era intrusivo y normalmente no me gustaba el sabor que dejaba en mi boca, pero no quitaría la curiosidad que consumía mi cuerpo, el saber qué pensaba padre.
Y en la cena, cuando me percaté de la angustia de la Dividida había hecho mella, de normal al sentir una emoción negativa procuraba bloquearla hasta que mi sistema la expulsaba ya que las emociones negativas enriquecían a los síntomas de la maldición, y por tanto, más cerca de sucumbir.
Pero ahí estaba, la angustia revoloteando a mi alrededor.
—¿En serio? —quiso saber Adelaide, en algún momento se habían puesto a charlar entre ellos. El pelo blanco de Adelaide estaba recogido en una gruesa trenza a su espalda, y había cambiado uno de sus trajes rojos por una túnica vaporosa de un rojo más suave.
Colin ahora reía ampliamente a su lado, prestando un poco más de atención a su conversación supe que comentaban el camino a Persefeiras y la posible alianza; que cabía una pequeña posibilidad de que el diálogo político no se centrara y concentrara solo con el Reino del Este, que podrían reunirse los gobernantes de los otros reinos, algo inaudito. Ya lo sabía, padre me lo dijo esa misma noche que me confió a la Dividida, era un porcentaje pequeño de que aparecieran, pero aquello no quitaba lo impactante que sería, hacía más de un siglo que ambas extensiones de un muro no se reunían en casi su totalidad.
—Aunque si llegara a ocurrir no creo que el Oeste o el Norte aparezcan —continuó Colin—, llevan enemistados con el Este demasiado, casi tanto que con nosotros.
—¿Tú crees? Has oído lo que dicen de ellos ¿No? —indica Adelaide—. El rey del Norte es totalmente abominable y según relatos antiguos llegó a tener un encuentro desafortunado con nuestra futura anfitriona, hay relación nula entre ambos reinos desde que la reina ascendió al trono.
Eran pocos los datos que conocíamos sobre los Ancestrales, lo principal que sabíamos sobre ellos era su longevidad y qué probablemente lo que estuviera contando mi hermana había pasado casi al finalizar la antigua guerra, cuando la reina ascendió, mucho antes de que naciéramos o padre incluso.
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Sangre y Luz
Teen FictionEirene es una Dividida y durante diez años ha hecho lo necesario para sobrevivir. Así, cuando una serie de muertes de Ancestrales invade la ciudad de Zetria y la encuentran en pleno escenario del crimen su única opción es el príncipe Lucian Betancou...