Horas más tarde, me encontraba de camino al despacho del rey, había sido llamado y durante todo el trayecto lo único que ansiaba era volver al terreno seguro de mi habitación. No había hecho falta preguntar a que se debía la llamada, pues lo más seguro era de lo recién sucedido.
Lo había avergonzado, pues en evidencia ante una Dividida y seguramente no lo toleraba.
Ante el doble portón de madera me detuve y trago saliva, llamo.
La voz grave de padre respondió al otro lado de la puerta, indicando que pasara; ya dentro, no pude contener la curiosidad de mirar el cuarto, ya que habían sido ocasiones contadas las que había estado en aquel despacho, paredes oscuras al igual que las cortinas que tapaban los enormes ventanales, había estanterías de caoba en ambos lados del cuarto, llenas de pesados libros y reliquias que había conseguido en viajes diplomáticos. Entre ventanales se encontraba el inmenso escritorio, repleto de papeles y tras él, un inmenso retrato con todos sus hermanos.
Hubo un tiempo que había adorado estar en la pared, junto los demás, pero con el paso del tiempo la corona se hacía más y más pesada; y allí estábamos todos, los siete: padre estaba en el centro del cuadro vestido entero de blanco con una gran banda dorada cruzando su pecho, diversas medallas adornaban su pecho haciendo juego con la corona dorada de garras y joyas, a su lado se encontraba Colin, totalmente idénticos, salvo que Colin solo llevaba dos medallas colgadas al pecho, la medalla real y la del servicio al pueblo (cosa que nunca terminé de entender); en una silla mullida se encontraba Adelaide, su cabello platino enmarcaba su rostro pálido, era más visible a causa de su traje rojo sangre, a ella siempre le gustaba vestir de rojo; a su derecha estaba yo, apoyando una mano en su hombro, vestido de negro y con la misma banda dorada atravesando el pecho, la corona sobre mi cabeza era fina y sencilla, adornada con un zafiro en el centro; al otro lado de Adelaide estaba Alexei, justo enfrente de Colin, llevaba un traje similar al mío acentuando su piel bronceada y su cabello azabache peinado hacia atrás, similar al príncipe heredero, una media sonrisa adornaba su rostro; por último estaban Sade e Ike, cada uno junto al otro, ambos vestidos con los mismos colores, un verde opaco, haciéndolos resaltar, ambos tenían grandes sonrisas en sus rostros.
Dicho cuadro fue realizado a los pocos meses de su llegada, ya que padre decidió que no iba engendrar más hijos y quería cerrar la decisión con un nuevo cuadro para su estudio, todo eran sonrisas, replicas de dicho cuadro se habían repartido por la ciudad, fueran con otros cuadros a menor escala o folletos.
No recuerdo mucho de aquel día, solo se que el día anterior salí de uno de mis ataques y no había dormido en días, con suerte el pintor no reflejo mi rostro enfermo en el cuadro, pero tras horas posando cuando finalizó la sesión fui al baño a vomitar toda la comida del día, tuve mareos y escalofríos durante el resto del día.
—Lucian, deja de embobarte y cierra la puertas, debemos hablar —dijo padre desde su escritorio.
En los minutos que había estado curioseando, me había quedado estático en la puerta, y avergonzado cerré la puerta a mis espaldas, un chasquido sonó a mis espaldas; con un gesto de cabeza me mandó sentar en una de las dos sillas que se encontraba frente al escritorio, sillas de madera tapizadas en tela negra. A tales alturas, no entendía porque a padre le gustaba tanto el uso del color negro, en todo el palacio había una gran carencia de otros colores, incluso en el exterior del palacio, no por nada su hogar se llamaba el Palacio de Ónix.
Padre con el ceño fruncido y sin prestar ninguna atención en mi dirección estaba examinando diversos documentos, de vez en cuando resoplaba y tachaba con su pluma; y una vez más, pude ver a padre de cerca, ya que rara vez lo estaba, y sin duda no me parecía nada a él fisicamente, una vez, cuando era más pequeño padre fue a verle en sus horas de estudio, acarició mi pelo y fue la única vez que fácilmente me dedicó una sonrisa.
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Sangre y Luz
Teen FictionEirene es una Dividida y durante diez años ha hecho lo necesario para sobrevivir. Así, cuando una serie de muertes de Ancestrales invade la ciudad de Zetria y la encuentran en pleno escenario del crimen su única opción es el príncipe Lucian Betancou...