Subiendo escalones de dos en dos seguí la pista a Bast, lejos del recorrido habitual, rara vez caminaba por los pasillos principales del palacio, la ostentosidad que se encontraba por todas partes era abrumadora. Grandes estatuas decoraban los pasillos, esculturas de mármol de leones con colmillos de oro puro y ojos de citrino, los tapices familiares adornaban las paredes con más frecuencia, por tanto estaba a escasos metros de la sala de audiencias.
Siempre fuimos un reino rico y en el palacio se reflejaba a la perfección, no había ninguna muestra que demostrara lo contrario, cuando llegué por primera vez al Palacio de Ónix me sorprendió, perfectamente se distinguía la piedra negra contrastada con el cielo azul, marcando un punto de llegada negro al horizonte, un choque ante la estética de la ciudad y los muros negros que nos rodeaban.
Aunque solo acabé encontrando frío.
Bast se detiene a mis pies y me mira con sus ojos enormes, como si me sonriera, lanza un nuevo maullido para después mirar a la entrada de los palcos; en definitiva nunca andaba por esta ala del palacio, rara vez visitaba el salón principal y menos cuando padre tenía allí sus audiencias. Y al parecer, Bast no opinaba lo mismo puesto que intentaba dirigirse al pasillo donde se encontraban los palcos.
—¡Bast, espera! —intento sujetarla del lomo, pero en vano se acabó metiendo en uno de los palcos superiores.
La sala de audiencias siempre había sido un lugar abrumador; técnicamente se componía de dos pisos enteros, siendo el segundo de vistas con palcos al piso inferior, grandes columnas de ónix se dispersaban por la sala formando una gran U y tapices oscuros con el emblema de la familia adornaban la sala, cayendo desde el techo al suelo. Los grandes ventanales dispuestos en ambos lados de la sala daba una gran sensación de amplitud y dejaba las mejores vistas de la capital en ambos lados, en el extremo de la sala, donde los ventanales se unían estaba la tarima de mármol blanco y, colocando el trono real del rey de Grimm.
Para ascender al trono había que subir cinco escalones y uno se encontraría con un inmenso sillón forrado con seda blanca y acabados de oro, los brazos del trono estaban tallados, formando panteras estiradas y rugiendo, en sus grandes cabeza actualmente se encontraba padre, que apoyaba las manos enjoyadas.
—Mierda...
Antes de que pudiera verme intenté ocultar mi cuerpo tras una de las columnas y solo entonces pude permitirme observar a padre, de todos miss hermanos sin duda Colin era el que más se le parecía fisicamente, con su pelo de color miel, aunque actualmente padre ya poseía hebras blancas de vejez, su mandíbula afilada y marcada, sus ojos igual de dorados a los de toda la familia real, estaban fijos en las grande puertas que daban entrada a la sala. Y tras de padre, apoyado con una mano en el respaldo del trono se encontraba Colin, con una expresión aburrida y una sonrisa perezosa, con el estiramiento de sus mejillas se marcaba mas la herida reciente que vi con anterioridad.
A mis pies, Bast bufaba con sus ojos fijos en la primera planta, pero no se movió de entre las piernas, nunca se encontraba cómoda frente al rey, siempre terminaba por bufar o huir lejos, lo mismo pasaba con Colin, la entendía perfectamente, incluso ahora podía oler sus emociones y estaba enteramente incómoda.
Un gruñido perpetuo se mantenía por todo su cuerpo.
Sabía que debía cargar a Bast y salir de allí, pues en ningún momento había sido convocado y si padre se enteraba no sabría cómo podría reaccionar, no quería ni pensarlo sin tener un escalofrío que invadiera mi cuerpo; las puertas se abrieron haciendo que diera un salto en el sitio, cada vez que se abrían las puertas retumbaba la sala con el estruendoso sonido. Si que era cierto que era un chico tranquilo, al que no le gustaba meterse en problemas, pero eso no quitaba el factor de que fuera también curioso y por alguna razón quería saber porque tanto padre como Colin se encontraban allí, pareciendo esperar una audiencia, cuando perfectamente hoy no era el día de dicha labor.
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Sangre y Luz
Teen FictionEirene es una Dividida y durante diez años ha hecho lo necesario para sobrevivir. Así, cuando una serie de muertes de Ancestrales invade la ciudad de Zetria y la encuentran en pleno escenario del crimen su única opción es el príncipe Lucian Betancou...