9. Eirene

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Buenas mis niñes, aquí os traigo el capítulo nueve tras la larga espera, perdón, dije que iba actualizar antes, pero por fin acabé los estudios y el trabajo final me tuvo toda ocupada, pero aquí estoy. 

Cómo podréis ver, he cambiado un poco las cosas para que no os pille de nuevas, también he tardado tanto porque he estado cambiando toda la historia a primera persona y dejando más detalles con importancia futura. 

Espero que os guste, ya muy prontito subiré el 10, que ya empieza la chicha. 

Un besazo enorme, nos leemos.

Adieu;)


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Esperé paciente a que todo estuviera en silencio cuando me deslicé fuera de la tienda, los guardias nombrados para el primer turno de vigilia estaban descansando contra el tronco grueso de uno de los árboles. No miré dos veces, podía escuchar a la perfección sus respiraciones lánguidas y profundas del sueño, ninguno tenía noción de lo que podían encontrar al bosque, si solo supieran una parte todo el campamento estaría con los ojos abiertos y mirando a la oscuridad de la noche.

Aunque sabía que si no se desviaban del camino de las runas no pasaría nada, estaban protegidos por el arcana, por mucho que intentaran burlarse de ello.

La fogata estaba casi extinta cuando la pasé por un lateral, directa donde habían despellejado al animal, sus restos yacían esparcidos por el suelo y noté la ausencia de piel, cuando desaparecí hacía unas horas en la tienda escuché a Colin alardear de cómo se haría un nuevo abrigo con la piel del ciervo, no se equivocaba.

A mis pies solo quedaban los huesos y el craneo del animal.

Esos hombres habían jugado con sus restos, solo quería llorar y cortar todas sus gargantas, empezando por el príncipe mayor, miro alrededor esperando encontrar algún espectador observándola, por un momento sentí una mirada, pero solo se escuchaba el suave ronquido de uno de los guardias.

Del interior de la bota saco un cuchillo que tomé mientras cocinaban al animal, nadie se percató y estaba agradecida de ello.

Con prisa tallo una runa en el craneo del ciervo, asegurando una vez más que no habían ojos curiosos sobre mí, empezaba a encontrarme paranoica, pero no había nadie despierto a mi alrededor; con los restos entre los brazos salí del sendero del bosque y lejos de las runas de vigía.

Observo con cuidado los alrededores, por lo general tenía más seguridad cuando iba por el bosque, pero siempre había ido acompañada, y estado dentro de los límites seguros de las runas, desde mi incidente de niña no me fiaba del bosque.

Acerqué mis pies al fino riachuelo que logré escuchar cuando estábamos de paso, las enormes huellas de animales estaban grabadas en el barro húmedo.

Esperaba no tener ningún invitado.

Coloqué los restos junto a las raíces de un árbol grueso y volví para untar el barro entre los dedos, pintando ahora el cráneo con una nueva runa, y dediqué mi tiempo a cavar un hoyo, poco a poco dejando los huesos enterrados en él, cuando solo quedó el cráneo lo dejo con suavidad y echo la tierra encima, dejando solo las enormes astas fuera de la tierra.

El fino musgo verdoso de las astas resplandecía ante la oscuridad al mismo tiempo que recitaba una plegaria:

De la tierra venimos y a ella volvemos devolviendo el regalo —me quité la máscara e inclino la cabeza mientras seguía de rodillas—, que las estrellas de Lete guíen tu camino a los campos Élysíes.

Una señal de respeto, todo ser vivo merecía un entierro digno y un recorrido hacia el mas allá.

Abrí los ojos de par en par, alerta.

Un escalofrío recorrió la columna, alguien me observaba, no tuve tiempo de recuperar la máscara en el rostro y armada tan solo del pequeño cuchillo de cortar patatas, cuando empecé a dar la vuelta una daga brillante estaba situada en mi cuello.

—Cómo te muevas no dudare en cortarte el cuello —susurró el príncipe Lucian contra mi mejilla.

Sangre y LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora