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Lo malo de vivir en corea del sur, es que las personas siempre parecen ir con el tiempo justo y que por lo mismo tengo que dejar de ser tan relajado y lento para caminar, pero a pesar de eso no considero que sea lo peor. Para mí lo principalmente malo es que un día como hoy a las siete de la mañana mi papá ya está listo para ir a chocar con personas y pedir disculpas mientras cuida de no tropezar.

Sinceramente pensé que él llegaría la próxima semana, pero algo que es común en mi padre es que siempre es inesperado, para todo, en mi caso, quiero negar que no heredé eso de él, siempre soy planeado, o al menos la mayoría de las veces, porque también soy quien busca su celular por cielo, mar y tierra, y resulta que lo tuvo en el bolsillo todo tiempo.

—Apresúrate que ya estoy listo. - me dijo por décima vez.

Asentí y tomé el último sorbo de café, revisé que llevará todo en la mochila y caminé hacia la sala, mi papá aún se estaba poniendo los zapatos. —Me dijiste que estabas listo. - bufé. —Ni siquiera me lave los dientes.

Me miró de reojo mientras se los abrochaba. —Tampoco es como que alcances, yo me abrocho esto y nos vamos.

Suspiré tratando de no parecer más irritado de lo que ya estaba, el me dijo que ya estaba listo, no que le faltaba abrocharse los zapatos para irnos, por lo menos me hubiera alcanzado a hacer una lavada rápida en mis dientes para ir con el aliento olor a menta y no a podrido, tendría que comprar dulces de menta en el camino.

—Listo, ves, no me demore tanto. - se levantó del sofá.

—Casi un minuto. - le respondí viendo mi reloj de muñeca.

—¿Nos vamos?. - me miró con molestia.

—Si. - bufé saliendo por la puerta. —¿Tienes alguna ruta para seguir o algo así?.

Asintió. —Tú solo sígueme y trata de no perderme de vista.

—Lo que digas.

Comenzamos a trotar, puse mis audífonos a un volumen bajo, correr sin música sería aburrido.

Trotamos por veinte minutos y mi papá ya se estaba sentando en una banca de una plaza, me senté a su lado.

—¿Cómo es que aún no estás sudando?. - dijo casi sin aliento.

Me encogí de hombros sacando mis audífonos. —Estoy acostumbrado.

—No creí que hicieras ejercicio.

—Voy a los entrenamientos de Balo-. - me detuve. —Iba a los entrenamientos de baloncesto, ahora voy a los de fútbol, creo que te había contado sobre eso.

—Sabes que mi trabajo es-.

—Difícil. - complete. —Lo sé papá. - le sonreí suave. —Pero ahora recuperate para poder seguir.

—Por supuesto, solo dame unos cinco minutos ¿ok?.

Asentí mientras miraba qué playlist colocar después.

—Ahora sí. - se levantó. —Estoy como nuevo, volvamos.

—Como digas. - suspiré y analice por unos segundos su estado físico, mi padre no es alguien que haga ejercicio, pasa más tiempo sentado detrás de un escritorio que haciendo otras cosas. —¿No quieres volver?.

—No. - me miró con advertencia.

Volvió a trotar, se veía bien así que no le dije nada más, tampoco quería que me regañara por dañar su ego.

Me distraje mirando que había un negocio a unos pocos pasos de donde estaba, mire como iba mi papá, él no estaba trotando tan fuerte así que lo alcanzaría en pocos segundos si compraba mentas.

Fuego bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora