17

604 61 7
                                    


—Ahora prefiero una prueba teórica. - bufé un poco cansado sentándome en una banca.

—Apoyo la causa. - se sentó a mi lado y bebió un sorbo de agua. —Pero es lo que hay.

—A parte, el lugar da escalofríos.

—Es normal, solo llevo un par de horas de la tarde aquí y ya escuche dos leyendas. - hizo una mueca. —Todo está mal.

—Entonces...

—¿Entonces?...

Blanquee los ojos. —Cuéntame las leyendas.

—Ahh, pero especifícame, no tengo poderes psíquicos.

Sonreí quitándole la botella de agua y tomando un poco.

—Esto era un antiguo convento de monjas.

Detuve mi acción de tomar agua al instante y cerré la botella, incluso se me había olvidado terminar de tragar el agua en mi boca, por lo menos ahora tenía más sentido que el lugar se viera así de tenebroso.

—Dicen que en la noche se escuchan pasos por los pasillos, tal vez están inventado esto, pero para ser honesto, la señora de hace un rato me dio una vibra oscura. - sacudió los hombros. —Me dio escalofríos.

Terminé de tragar el agua, y fruncí el ceño. —Pero eso de que caminan en los pasillos es una leyenda típica.

—¡Deja terminar!, lo que me dio miedo fue lo de la monja en el espejo. - miró a su alrededor. —Me dijeron que fuera al baño antes de las doce de la noche porque después de eso una monja se te aparece y que después de eso es probable que desaparezcas.

Lo miré divertido.

—Habló en serio. - me miró mal. —No se tu, pero yo no me levanto al baño y menos solo.

—¿Entonces prefieres hacerte pis?.

Se encogió de hombros. —Puede ser, pero el miedo es más grande que mi necesidad.

—Es al revez Jae, la necesidad es más grande que el miedo.

Rodó los ojos. —Se me olvidó que estaba hablando con una persona terca, pero bueno. - suspiró y su mirada cambió a una completamente seria. —Mira, yo se que tú no crees mucho en este tipo de cosas, pero de igual forma trata de respetar lo que sea que habita aquí.

—Yo soy educado. - dije indignado.

Apretó sus labios. —Tu impulsividad me dice lo contrario.

Solo me quedé en silencio para no iniciar una mini discusión, pero yo no era impulsivo, solo me defendía.

—También tendrás que controlar tu terquedad, o no podrás rob—.

Le pegué en la nuca antes de que terminase de hablar. —¡Lo sé!, pero sé más discreto con lo que dices.

—¡Oye!. - me pegó de vuelta en la nuca.

Seguimos golpeandonos un rato más hasta que la poca luz de la tarde se estaba haciendo mucho más tenue.

—Agg, no quiero ir a la habitación. - me volví a quejar. —Ese tipo Ian, es desagradable.

—Que lastima por ti. - dio palmadas en mi hombro.

—Me escabullaría a dormir contigo, pero no thank you. - saque su mano de mi hombro. —No quiero amanecer con huesos rotos.

Rió indignado. —Yo tampoco te habría admitido, no quiero escucharte hablar dormido y pensar que te poseyó un demonio.

Fuego bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora