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Audifonos, pague spotify ayer así que tengo la música asegurada para tener mi estabilidad emocional a flote mientras viajo con un zoológico completo.

—El fin de semana debería ser eterno. - susurre terminando de revisar si llevaba todo. —Una linternaa. - recordé de repente y salí de la habitación derechito a buscar a mi mamá. —¡Mamá!. - la llamé quedándome en las escaleras, dudando si bajar o no, porque no sabía dónde estaba.

—¡Dime!.

Escuché su voz en el piso de abajo, así que terminé de bajar y la busqué, pero ella no estaba en la sala, ni en la cocina. —¿¡Dónde estás!?.

—¡En el baño!.

Me dirigí al baño y toqué la puerta.

—¿¡Qué pasa!?. - escuche su voz amortiguada por la puerta.

—¿¡Estás muy ocupada!?, ¿¡Te falta mucho!?.

—¡Más o menos! , ¿¡Porque!?.

—¿¡Tienes una linterna!?.

—¡Tendría que buscar una!, ¡Espera a que salga!.

Rodé los ojos. —¡Ya entendí que estás haciendo del dos!. - me burlé alejándome antes de que me regañara.

Carcajee escuchando algo inentendible desde lejos mientras subía las escaleras yendo a mi habitación otra vez, entre y deje la puerta abierta. Suspiré un poco decaído, si el viaje escolar no tuviera calificación, de seguro que no iría, me senté en mi escritorio con la intención de encender la laptop y jugar online.

Me acomode y me puse los audífonos e iba a iniciar la partida, pero el reflejo de un rostro hizo que me volteara.

—Encontre una, solo hay que encontrarle pilas. - movió la linterna en su mano.

Asentí. —Me sirve.

—No te pongas esas cosas tan fuertes, si no, no escucharás cuando te llame a cenar y te quedarás bajo la mesa. - me miró con advertencia.

—Buenoo.

—Y encontré este repelente de mosquitos. - me lo mostró. —No sirve para las ratas...

—¡No me asustes más!.

Rió dejándome el repelente sobre mi mesita de noche. —Tú no me molestes cuando esté en el baño.

—Soy tú creación, así que tienes que soportarme. - me encogí de hombros.

—Me apiado del hombre que te soportará después. - negó volviéndose para irse.

—Si lo aburro, pues no es el indicado y ya. - hable con seguridad antes de que saliera siguiéndola para cerrar la puerta, ella asintió no haciéndome caso en realidad, blanquee los ojos y cerré la puerta.

Pensé en seguir con mi intención de jugar, pero la emoción de hacerlo se había ido, por lo que solo me lance a la cama pareciendo un fideo completamente lacio, ni siquiera quería buscar mi celular que estaba en alguna parte de mi habitación, no tenía el mejor humor ni siquiera para vivir.

Solo pensar en mí rodeado de aquel ambiente provocaba que me sintiera inquieto y enojado sintiendo que nada saldría bien.

Me senté frustrado sacudiendo mi cabello mirando unos pantalones ajenos perfectamente doblados en mi closet, si hubiera sido por mí los hubiera quemado, pero me habían enseñado que tenía que devolver las cosas tal y como me las habían prestado, aunque no lo hacía por el dueño de los pantalones, lo hacía por el hermano, quien al parecer tenía mucha más humanidad y cerebro que el mayor.

Fuego bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora