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La peor vergüenza que he pasado en mis diecisiete años de vida, fue en primaria, era un niño pequeño con ganas de ir al baño, pero como a los profesores se les olvidó que soy humano, y me creyeron robot, no me dejaron ir, aún recuerdo la desesperación por no poder botar el líquido de mi cuerpo.

Entonces paso.

Me alivie, pero en el salón de clases.

Las consecuencias de eso aún siguen ahí, antes se burlaban de mí diciendo que mojo la cama por las noches, y aún después de años de eso, todavía me ven como posible protagonista de mojar los pantalones a pesar de que ya estoy grande.

Esa fue mi peor, peor, peor, peor, vergüenza.

Fue.

Porque ahora mismo faltando solo tres minutos para irme a la escuela me di cuenta de que acababa de crear la peor vergüenza de vida, está superando por mucho a la anterior. Porque despertar borracho en una casa ajena, me seguiría como sombra hasta el día de mi muerte.

Mi ego estaba herido.

Yo, quien siempre compite y quiere demostrar que es el mejor, había terminado borracho sin saber ni de su propia existencia, pero eso no era lo que más me indignó, sino que fue despertar en la casa de Mark.

Pero eso ya pasó, y seguir lloriqueando y arrepintiéndome no serviría de nada, lo único que me quedaba, era hacer como si nada hubiera pasado y seguir con mi vida cotidiana como si nada.

—¡¡DONGHYUCK!!.

Bufé desordenando mi cabello. —¡YA VOY!. - grité tomando mi mochila para salir corriendo escaleras abajo. No sabía ni siquiera en qué parte de la casa estaba.

—¡Oye!. - Me detuve y me volteé viéndola salir de la sala con una taza de té dando miedo con su aspecto dormido. —Dejé unas galletas sobre la mesa, llévatelas.

Asentí y las busqué rápido y me acerqué a ella con la intención de despedirme. —Abrocha bien ese chaleco.

—Sii. - blanquee los ojos y le bese la mejilla.

—¿Por qué no usas la corbata?. - alzó una ceja.

Apreté los labios comenzando a estresarme, ya tenía la mano en la manilla con toda la intención de irme. —Ya nadie usa corbata, es un estorbo.

—Tienes que usarla, para eso la com—.

—¡Te veo a la tarde!. - le corté abriendo por fin la puerta saliendo rápido a la vez que cerraba la puerta detrás de mí.

No entendía porque mi mamá todas las mañanas se despertaba para despedirme, ya no era un niño. Me abroche mejor el chaleco ya que el frío de la mañana estaba decidido a congelarme, ella siempre me daba el dinero suficiente para comprar algo de comer, y tomar el bus de ida y vuelta.

Pero, caminar disfrutando el frió de la mañana era mucho mejor que tener que estar en medio de personas o tener que irme parado en caso de que el bus fuera lleno soportando empujones, no, yo prefería ponerme los audífonos e intentar aprender a rapear en ingles, aunque ni siquiera lo hablaba bien.

Iba más temprano para limpiar la azotea, ella ya sabía de este castigo, así que ya no permitía que me quedara cinco minutos más acostado en la cama tratando de despertar mejor como lo hacía antes. Lo bueno es que cuando había regresado de la casa de Jaemin ella no me dijo nada, pero supongo que es porque me vio llegar sano y salvo, si supiera todo lo que pasó en realidad.... Mejor no pensar en eso.

Necesitaba ordenar mis pensamientos de otra manera que no fuera en mi casa, porque mi papá no había ayudado en nada a que me calmara, ayer en el desayuno mis papá le había comentado a mi mamá que se encontró con su antigua amiga. El problema es que los invitarán a cenar, o sea que Mark de seguro también vendrá, este sábado, en ese momento me atore con un pedazo de pan, pero afortunadamente o desgraciadamente, sigo aquí, vivo.

Fuego bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora