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Aprender a dudar, es aprender a pensar.
—Octavio Paz.

En su mente había un dilema, era la mitad de la semana, estaban a menos de un mes de las vacaciones, pero ya quería un fuerte descanso

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En su mente había un dilema, era la mitad de la semana, estaban a menos de un mes de las vacaciones, pero ya quería un fuerte descanso.

No es que odiara su carrera, la escogió por algo muy específico que ahora es su motivación, pero era muy duro. A veces, Yosano sentía que no estaba llegando a ningún lado, que todo se ponía en su contra para que no se volviera una doctora.

Precisamente, este era uno de los momentos que sentía que la vida la odiaba, que no podría avanzar más lejos de aquí y se quedaría estancada en un pozo de miseria.

—Sabe que esto es injusto. —exclamó fuerte, hacía más de diez minutos ya que discutía con su profesor porque no le había permitido ir al baño.

¿Qué, estaban en primaria?

—No sé qué es a lo que usted llama injusticia. A todos les dejé muy en claro que en mi clase no está permitido ir al baño. —en todos los largos minutos que pasaron de una pelea verbal, el profesor se dignó a mirarla, y no de una forma muy amable que se diga. —¿Cree usted que por ser mujer debo dejarla ir cuando quiera?

—Mire, ya le dije que esto es una emergencia. —el ojo derecho de Yosano comenzó a palpitar intermitentemente, le repudia la manera en que ese profesor veía las cosas.

—Y yo le dije, a todos sin excepción, no se permite ir al baño en mi clase. Mucho menos este tema, es uno de los más importantes que tratarán en la vida adulta, no se querrá perder de esto solo por sus necesidades.

Hacía mucho que los alumnos dejaron de escribir en sus libretas, o ya habían terminado o les importaba más el ambiente que se creó entre profesor y alumna. Aun con todo eso, nadie se dignó a decir nada, no sabía si nadie entendía o a nadie le importaba.

En otras circunstancias podría solo salir del salón sin mirar atrás y dejando hablar solo al señor. Pero aquí la habían casi que amenazado con bajarle cinco décimas si se atrevía a salir.

Yosano no podía más, toda la semana fue un duro batallar, lo más reciente es que tuvo que quedarse hasta tarde haciendo tareas porque en el trabajo le habían dejado las horas extra que pidió desde hace ya un tiempo.

Si se lo preguntaban, estaba tan cansada y frustrada que se echaría a llorar ahí mismo. Siempre parecía que el mundo le quería jurar una mala broma.

Cuando Yosano estuvo apunto de rendirse ante el profesor y bajar la cabeza para regresar a su lugar, dos golpeteos seguidos se escucharon en la puerta; sin esperar respuesta, una figura bien reconocida entró.

—Buenas tardes, profesor. —dijo ella de pronto. —He escuchado su charla desde afuera y quería saber, ¿qué fue lo que inició esto?

Yosano no sabía qué pensar, claramente no quería otro sermón de algún profesor, y mucho menos sabía si esta era una señal para ser ayudada, aún así, se arriesgó.

| GRAFFITI | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora