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No es importante saber cuánto tiempo queda, sino saber qué haces con el tiempo que se te concede.
—J. R. R. Tolkien.

Fukuzawa se removía en las sábanas de su cama, sintiendo y escuchando el sonido del viento sobre todo lo que restaba de la casa

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Fukuzawa se removía en las sábanas de su cama, sintiendo y escuchando el sonido del viento sobre todo lo que restaba de la casa. Era un poco extraño desde hace un tiempo, en donde la casa se sentía en silencio gracias a que Ranpo se la pasa ahora más rato en su trabajo que en la casa misma. Y si no es el trabajo, es la casa de sus amigos, lo cual tampoco lo ayuda mucho.

Porque cuando Fukuzawa está solo comienza a divagar, sobre lo que hizo, lo que no hizo, lo que hará y un sinfín de cosas más.

Toda su mentalidad era callada cuando Ranpo le hablaba de sus días, de sus amigos, de los casos que ha hecho y de lo incompetentes que cree a las personas. Empezó a extrañar esos momentos desde la primera vez que Ranpo no se presentó en casa para comer, y después dijo que pasaría la noche en casa de Chuuya, dejándole la noche para que pudiera pasar tiempo con Mori.

Y en un momento supo que Ranpo estaba siendo considerado con él por la nueva noticia que había recibido, pero luego supo lo mal que estaba.

Sin malinterpretes, Ranpo no sabe pensar en las demás personas con tanto esmero con el que piensa en sí mismo. Es una ventaja y un inconveniente, porque así las personas no lo dañan psicológicamente, pero a cambio de ello, él termina por ser el agresor sin previa voluntad de ello.

—¿En qué tanto piensas? —una mano suave y fría se colocó en su frente, levantando sus plateados cabellos que descansaban ahí. —Se te va a freír el cerebro.

Mori lo miraba con su cabeza recargada en un brazo, su cabellera caía en picada como una cascada oscura, que con la escasa luz de mitad de noche, era todavía menos perceptible.

—El comportamiento de Ranpo de los últimos años... —le dijo sintiendo que tal vez él le podría ayudar con ello, porque Mori y Ranpo poseen un sentido de inteligencia similar.

Ellos en sí nunca se trataron como personas cercanas, pero Ranpo acudía a Mori cuando le dejaban tarea de sus clases avanzadas que estaba cien por ciento seguro que Fukuzawa no entendería. Aunque no pedía ayuda, sino una buena explicación para convertirla en suya y así lograr aprenderlo.

—Sí, lo tengo en cuenta. —tarareó haciendo un poco de memoria. —Si no mal recuerdo... fue desde la noticia, ¿me equivoco?

Fukuzawa puso una cara pesada.

—Siento que si sigo pensando sobre esto mi cabeza estallará. —colocó una de sus manos en la mencionada central del pensamiento. No podría entender el tonto actuar del chico aunque le dieran veinte años más para ello.

—Entonces deja de pensar en ello por hoy. —Mori quitó su brazo y entrelazó sus manos posando su cabeza en el pecho de Fukuzawa. Siendo sus cabellos azabaches revueltos por las manos ásperas y toscas de Fukuzawa, que se volvían las más gentiles cuando de sí se trataba. -Piensa en ello mañana, o mejor en una semana... —dijo de la nada nuevamente. —No quiero que te sientas tan ajeno a mí.

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