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El amor es un acto de fe.
Y quien tenga poca fe,
también tendrá poco amor.
—Erich Fromm.

Chuuya se dirigía al punto de encuentro donde se quedó de ver con Atsushi, después de todo le había prometido llevarlo a un lugar para que se relaje

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Chuuya se dirigía al punto de encuentro donde se quedó de ver con Atsushi, después de todo le había prometido llevarlo a un lugar para que se relaje. Como el día anterior rompió su celular, usó el teléfono fijo de los residentes y llamó a casa explicando la situación. Aunque bueno, él omitió ciertos detalles que lo comprometieran. Después llamó a Atsushi, anunciando un punto ideal para verse y la hora acordada.

No puedo evitar sentir que esa casa estaba desolada. Fukuzawa no salió de la habitación para nada y a Ranpo no lo encontró cuando se despertó y lo buscó por las habitaciones, y eso incluía la cocina. Aunque desde un principio dudó que estuviera ahí, no sabe cocinar y apenas tenían alimento en los gabinetes.

Huyó, otra vez.

Su posición ayer sigue firme, aunque cuestiona la forma y las palabras que comunicó. Siente que debió apoyarlo más, después de todo es su amigo. Pero si alguien le hiciera eso, jamás lo perdonaría. La naturalidad con la que Dazai saludó y habló con Ranpo en el momento en que se reencontraron era inimaginable para él. Si estuviera en su lugar, ya no podría verlo a los ojos ni recibirlo cerca de su círculo de amigos.

Ahora entiende por qué no quería ir a la fiesta en casa de Dazai. Pero repite, no es su culpa, sino de la falta de comunicación que hubo por su parte, ya que si le hubiera dicho desde un principio, no habría insistido en el tema.

Ahora, la facilidad con la que Ranpo se alejó lo asusta. Pareciera que no titubeó al momento de preferirse a sí mismo por sobre los sentimientos de Dazai. Teme que eso vuelva a pasar, pero ahora siendo él la víctima.

Muchas cosas las logra entender en su caminata de ida a encontrarse con Atsushi. Pero no es hasta que llega que puede desconectarse de esos detalles. Tiene otras cosas que atender por el momento.

—Hola, Chuuya-san. —dice con un saludo el albino. Trae su guitarra en la espalda, eso quiere decir que tal vez ensayará un poco antes de regresar a su casa. —Espero haya tenido una linda noche.

Chuuya responde a eso con una mueca que se torna en una sonrisa veloz.

—No podría decirlo lo mismo de ti. —mira sus ojos, debajo de ellos, se encuentran no solo unas leves ojeras, sino que abundante color rojo de un tono de irritabilidad. Parece que estuvo llorando, si bien no toda la noche, un largo período antes de caer dormido. —No comentaré nada si no quieres, pero procura dormir bien esta noche. Incluso si te lamentas todo el día, la noche se hizo para dormir.

—Sí, tiene razón. —olfatea provocando un chirrido en su nariz. —Lo intentaré.

—Genial. —alcanzó su cabello para revolverlo, cambiando el semblante del ambiente. —Ahora vamos, yo sé que te va a encantar.

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