XVII

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Antigua melodía

Otra vez esa misma canción.
Esa letra que se acurrucaba en sus sueños, esa letra que jamás había escuchado pero tal vez. . .

El estrés que Gustabo sostenía en sus hombros no era ni mínimamente normal.

Allí se encontraba García, de camino al trabajo otra vez.
Repetía un sin fin de "mmh", de tarareos que volvían a empezar en busca de encontrar los tonos, la letra y las notas de esos sonidos.
Había repetidas veces usado el micrófono de google, pero ningún caminó llegaba a ningún lado.

Ese día había recibido ningún mensaje al despertar y tampoco ningún saludo al entrar por comisaria.

Como el chico nuevo en su nuevo instituto, pero ese chico nuevo es nuevo todos los días.
Entró en servicio, se colocó su uniforme, tomó sus armas y encendió la radio en un pequeño lapso de tiempo.

- Aqui alumno Gustabo en servicio.

Al unísono, varias voces graves y no tan graves saludaron al rubio y volvieron a callarse.

Como un pequeño trámite que nadie quiere hacer pero lo haces para no quedar de hipócrita.
Aunque el tono de esas voces de notaba ciertamente apagado, y la comisaria estaba desértica.
Se encontró con Horacio en el garaje, enseguida se acercó a el, esperando su primera palabra hacía el en el día.

-¡Horacio!

- ¿Huh? Ah, hola Gustabo.

-¿Que sucede? ¿Por que todos están tan extraños?

- Joder tío, vives debajo de una roca.
Falleció un comisario ayer por la noche.

- ¿Que? ¿Y donde esta el superintendente? —Preguntó Gustabo con cierta preocupación, conociendo la gran bomba de tiempo que podía llegar a ser su jefe.

- Ni puta idea, creo que mencionó que iría al cementerio. —Se calló unos segundos y volvió a agregar.

- Volkov debe de estar devastado. . . —Cubrió sus mejillas con pena y sin decir hasta luego se marchó.

"Supongo que debería ir a buscarlo."

Suspiró pesado y sacó su patrulla con cansancio.
El cementerio era extenso, pero en esa ciudad la gente no era muy apegada al pasado.

A los muertos.

Seria facil encontrarlo, un hombre completamente de negro disparándole al cielo y gritando maldiciones.
Debió admitir que le costó unos minutos encontrar al superintendente, pues se hallaba arrodillado al lado de un cajón de piedra.

Se veía terrible, como si no hubiera dormido durante toda la noche, se sintió de cierta manera. . .

¿Compasivo?

- Conway.

- Largo.

No hizo caso, se sentó a su lado sin esperar demasiado de el a cambio.
De reojo pudo leer el nombre incriptado en la roca.

"Alexander Ivanov"
Comisario y gran amigo.

Se maldijo mentalmente, se regaño asimismo por haber ido hasta allá sin preparación.

- Lo siento tanto Superintendente, comprendo como se siente.

Y lo hacía.

- ¡No, no lo haces!

Olvidenlo.

- Conway, esta bien. . . —Empezó a lagrimear, tensando su mandíbula.

- Todo ha sido mi culpa.

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