VIII

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Mal de amores


Gustabo recibió la ubicación casi de inmediato, tomo sus llaves y ató sus cordones.
La luz del sol estallo directamente en sus ojos. Gruño y tapo su rostro con su antebrazo.

¿Y si fingía un accidente? Podía fingir que lo atropellaron o que un alien lo llevo como ofrenda porque descubrieron que los seres humanos tienen mejores propiedades curativas que las vacas y los necesitan para multiplicar a los extraterrestres e invadir la tierra.

O podría simplemente decirle a su amigo que no se sentía bien.
¿Le mentiría justamente a el?

"Soy demasiado bueno como para mentir"

Dramatizo mentalmente, intentando convencerse a si mismo de que una cita no sería la gran cosa.

"Inhala"
"Exhala"
"Inhala"
"Exhala y vamos"

Marco la ubicación y emprendió camino, marchaba lentamente intentando distraerse con la mínima estupidez, probando llegar tarde y evitar el penoso y triste enfrentamiento con su amor platonico.

No quería ayudarlo, si, sonaba muy egoísta.
Pero ayudarlo seria cavar su propia tumba de desamor.

Gustabo nunca se había enamorado, ni siquiera sabia muy bien lo que era sentirlo, era confuso sin duda.

Tan solo imaginar a Volkov correspondiendo los sentimientos de Horacio, pidiéndole favores para sus citas, cenas, su boda y orfanatos de buena calidad para adoptar un niño y que este lo llame: tío gus.

Un escalofrío recorrió toda su columna y cuello, una mueca de asco invadió su rostro.

Tan solo le quedaba lo opción de aceptar su fatídico destinó y sobrevivir como pudiera.

Sus piernas se agotaron a las dos cuadras, maldijo su terrible estado físico y se detuvo.
Otra idea maravillosa se cruzo por su mente.
Y si...

"No"
"Soy policía, soy policía, respeta."

...

Gustabo conducía un coche, las ventanillas estaban destruidas y el cuerpo de un hombre estaba retorciendose en mitad de la calle, rio por lo bajo ante su travesura inocente.

Estaciono el coche robado en la puerta de la casa. Acomodaba su cabello, mirandolo en el espejo retrovisor, pendiente de todo margen de error. Al tener todo bajo control salio del coche y tocó la puerta.

Sus manos sudaban como nunca antes y su postura se notaba tensa, le molestaba tener que ayudar a aquella persona a la que le tenía tanto sentimiento.

La puerta se abrió dejando ver a un Horacio muy apresurado, su cara cubierta por una mascarilla color verde, una toalla en su cabeza y una bata color rosa.

-¡Gustabo! Pasa pasa.

Fue tomado del brazo y ambos entraron en la amplia mansión de Horacio.
Ahora se preguntaba
¿para que cojones estaba ayudándolo a vestirse?
¿A vestirse?
Pero si es Horacio Pérez del que estaba hablando
el dios de la moda
el guarda ropa andante
el "¿así vas a salir vestido?"

Se arrepintió al instante.

-Estoy muy nervioso, no se que hacer, por donde empezar pero a la vez estoy feliz tío.

Comenzó a hablar solo frenéticamente, volcando toda su ropa arriba de su cama.

-Es que, no se si ir en plan elegante, porque no se si esto es en plan serio, ¿sabes?

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