Depresso

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Solo cumpleaños Gustabo García

Eran las 12.
Pero eran las 12 mas. . .
Vacías

Gustabo esperaba su teléfono repleto y bombardeado de felicitaciones.

Ese era su plan cuando llegó a esa ciudad junto a Horacio.

"Ahora, Horacio, tendremos miles de amigos y haremos fiestas todos los días"

Eso se había cumplido, al menos al principio. Se habían acercado a mucha gente sin dudas espectacular.

Pero todo se fue caída abajo cuando Horacio pensó en unirse a la policía.
Todo cambio cuando lo conocimos a el.

Horacio se encariño con el cuerpo.
Con el superintendente.
Con Volkov.
Con los tiroteos.
Con ¿hacer el bien?

Gustabo García jamás logro encariñarse con algo, apegarse a algo.
Querer a algo.

Hablando de Horacio.

No recibió ningún mensaje de el.
Revisó al menos 7 veces su perfil, buscando aquel "en linea" que podía hacerlo saltar de felicidad.

«Seguro debe estar ocupado.
Seguro esta llorando por el comisario.
Seguro se quedo sin batería.

Debe de estar de camino a comprar un pastel y sorprenderme con globos y serpentinas.»

Gustabo espero, frente a la puerta, con su celular en mano.
Resignado a esperarlo solo a el.

Las únicas personas que aun tenían su número eran aquellos amigos que abandonó por un trabajo que no lo hacia feliz.

«Tan penoso.
Tan triste.
Tan solo Gustabo García.»

El cumpleaños de Gustabo fue como un poema.
Ese tipo de poema que escribe una persona rota.
Ahogado en alcohol y colillas de cigarro, llorando por su amargo amor y desahogandose con una hoja de papel y versos tristes.

Así lucia el cumpleaños de Gustabo, sin mensajes de alegria.
Ni un mísero y seco:

"feliz cumple bro, que cumplas muchos mas"

Ese deseo tan vacío como el cumpleaños mismo, deseando felicidad sin desearla y sin ver si la tenía.

-Vayanse todos a la mierda.

Dejó caer el celular en el suelo y se adentró en el baño.
Donde se arreglaría, cambiaria o ahorcaria; lo que le apetezca primero.

Aunque admitía que morirse en su cumpleaños y por cuenta propia era caer bajo.
Gustabo García tenía el ego lo suficientemente arriba como para caer tan abajo.

No señor.

Tal vez otro día se lo pensaría.

Horacio no festejaría junto a el.
Entonces festejaría solo.

¿Donde? Ni puta idea.
¿Garaje central? Primera parada.
¿Y la segunda? Lo vería sobre la marcha.
El día era lluvioso tal como su cabeza. Arrastraba sus pies hasta un auto que segundos después robaría.